Mira las fotos del acto de premiación en el siguiente link:

https://www.flickr.com/photos/usfq1/albums/72157670307052696



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JULIO PAZOS BARRERA. Premio Eugenio Espejo 2010

HISTORIA
(del libro Levantamiento del país con textos libres, 1982)
Cuenta el padre Solano
que en los días de la colonia
cuando navegantes de todos los países europeos
vendían negros en Centroamérica y Nueva Orleans,
en uno de esos viajes
los cautivos lloraban con tal estrépito
que los negreros sin poder tolerarlo
ordenaron que los callaran.
Solo un niño de pecho no se calmaba,
vino entonces un marinero y desprendiéndose de su madre
le lanzó al mar.








LA JUGADORA
(del libro Contienda entre la vida y la muerte o personajes volando en un lienzo, 1985)

Carmelina juega baraja en la trastienda.
Tiene pasas en las pupilas y es tosca;
Esas manos regordetas repasan las cartas
Y las palabrotas chocan de espaldas.

Los borrachines la conocen
Pero nunca en sus ilusiones fermentadas
La imaginan en amor.

Jugadora. Malhablada. Brusca.
Lanzará el corazón al camino
-fría piedra y sorda-
al camino viejo
en donde otras piedras
conservan huellas solares y nostalgias.














EL LOCO ELÍAS
(del libro Contienda entre la vida y la muerte o personajes volando en un lienzo, 1985 )

En el llano de verbenas y mastuerzo el loco Elías mira,
sin importarle, la sucesión de los días.
Sus ojos verdes cazan insectos que vuelan por la luz.

El loco Elías es bueno con los niños.
En la sucesión de los días regala caramelos de violeta
y mira más allá de los árboles, sin importarle el espacio.

La muerte huye del loco
y si quiere llevárselo
deberá en la tiniebla de la madrugada
dejarse caer

como un silencioso polvo de nácar.


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El Concurso Nacional de Relato Interpretatio se realiza todos los años. Su objetivo general es incentivar la escritura y creatividad de jóvenes escritores. Es impulsado por el Colegio Ciencias Sociales y Humanidades de la USFQ, quien otorga al ganador una beca completa de estudios en cualquiera de las especialidades del Colegio mencionado.

Cada año en el mes de febrero se publica en la prensa nacional un recordatorio del Concurso para que los estudiantes de los sextos cursos de colegio empiecen a preparar su relato, que deberán entregar a fines de mayo.
Es recomendable tomar el examen de admisión a la universidad hasta el mes de abril.

El jurado calificador está integrado por diversos profesores de la universidad, cada año se cuenta con un grupo diferente de profesionales del ramo. 

Si deseas más información puedes contactar con Ruth Rodríguez Serrano a la dirección: rrodriguez@usfq.edu.ec


¡Anímate a participar! Ser parte de la USFQ es una oportunidad única y realmente maravillosa!


Universidad San Francisco de Quito
Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades
Acta del fallo del jurado del Concurso de Relato Interpretatio 2016

En la ciudad de Quito, el día miércoles 1 de junio de 2016, se llevó a cabo la reunión del jurado para el  Concurso de relato Interpretatio 2016, convocado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. La reunión tuvo lugar en el Decanato del  Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades, con la presencia de su decana, Carmen María Fernandez-Salvador, y representantes del jurado que estuvo  integrado por Gabriela Rota, Iván Ulchur, Christopher Minster, Jorge García, María Auxiliadora Balladares y Ruth Rodríguez, profesores de la USFQ.  El jurado falló a favor del  cuento  “Ojos negros” enviado con el pseudónimo  "Sabrina", cuya autora es Diana González Hidrovo, alumna del  tercer año de bachillerato de la Unidad Educativa Tomás Moro.

El jurado decidió otorgar el primer puesto,  considerando que el cuento ganador:
1.    Se inscribe dentro de la calificación de historia de interpretación literaria, ya que se ajusta al estilo y argumento del poema base del concurso del poeta ecuatoriano Julio Pazos Barrera.
2.    Posee cualidades de originalidad y honradez, y promete el desarrollo de un estilo propio.
3.    El tema es desarrollado con orden lógico, unidad y transparencia, al presentar las ideas de manera coherente y sostenida.
4.    Demuestra  un adecuado manejo del lenguaje y un estilo breve, preciso y directo, característico del género de relato.
5.    Capta la atención del lector, transportándolo al ambiente que describe y posee un cierre interesante.
6.    Se destaca por su ingeniosidad, seducción e impacto en el relato, procurando un  orden entre los elementos que lo componen.

De acuerdo a la cláusula 6 de las bases establecidas para el presente concurso, el jurado concede el premio de una beca completa para una carrera de pregrado en Artes Liberales o un área afín.

Para constancia subscriben los miembros del jurado,

                                   
Christopher  Minster                                     María Auxiliadora Balladares


Gabriela Rota                                                
Iván Ulchur

Jorge García
                                                                                              

Ruth Rodríguez 
Ojos negros
Por Diana González Hidrovo
Unidad Educativa Tomás Moro
Abre los ojos y mira a su alrededor apresuradamente. Inspecciona la habitación en la que se encuentra y se tranquiliza al reconocer los muebles desgastados. Aún  algo inquieto, observa las sombras que proyectan las ramas de los árboles al moverse suavemente con el soplar del viento. Toma largas bocanadas de aire e intenta calmar su agitada respiración. Pasan los minutos y se esfuerza por concentrarse en el sonido distante del cantar de los pájaros, quienes esperan ansiosos la salida del sol. A pesar de su afán por aferrarse al presente, todavía escucha el arrullo del océano y no puede desprenderse de la sensación que causaban aquellos grandes ojos que le miraban desde un rincón en la obscuridad.
Sabe muy bien que todo intento de conciliar el sueño será inútil, así que se levanta de la cama y camina a tientas hacia la puerta. Recorre los pasillos con facilidad y al cabo de un momento llega a la puerta principal. Sale a la noche estrellada y camina despacio hasta llegar al lago. Entonces se sienta sobre una roca y se agacha para lavarse la cara. Se limpia con las manos frías y al retirarlas de sus ojos se sorprende con un rostro familiar que le mira atentamente desde el fondo del lago. Sin duda ha cambiado mucho desde aquella noche. En su semblante, varias arrugas delatan el pasar de los años. Hoy en día ya no tiene la fuerza o la agilidad que solía poseer. Sin embargo, al fijarse detenidamente en su reflejo, le resulta sencillo recordar cómo era él en ese entonces. Un muchacho alto, fornido, con piel de porcelana, cabello dorado y una curiosa mirada, ojos tan azules que incluso a la distancia se podía apreciar su extravagante color. De repente, el recuerdo le llena de rabia y golpea la superficie del agua para borrar su imagen. 
“Ahí está de nuevo”, piensa con rabia. “La culpa, la maldita culpa. Un día, ese es el tiempo que solo se necesita para arruinar a un hombre.” Nunca olvidaría aquel día. ¿Cómo iba a hacerlo? Se recuesta sobre la hierba y cierra los ojos con fuerza solo para encontrar grabada con tinta indeleble en sus párpados aquellos ojos negros y profundos como un abismo. Aquella mirada es tan intensa que ahí, sentado a la orilla del agua, viaja en el tiempo diez años atrás.
El sol brilla en lo alto del cielo. Se seca la frente con la manga de la camisa. Apoya las manos en los muslos y agacha la cabeza para intentar recobrar el aliento. El barco está por partir y, aunque no esté dispuesto a confesarlo en voz alta, está tan nervioso como emocionado. El día ha llegado. El día en que se convertirá en hombre. Seguirá los pasos de su padre, así como espera que luego sus hijos sigan los suyos.  Hoy zarpará a la mar. Hoy empieza su nueva vida.
Su tarea es sencilla, vigilar la mercancía y verificar que llegue en una pieza a su destino final. Escucha las doce campañillas del reloj de la plaza y sabe que ya es tiempo de dirigirse al muelle. Corre de prisa por las calles del pueblo hasta llegar al puerto, donde los demás marineros esperan en fila que el oficial corra la lista. Cuando escucha su nombre da un paso al frente y saluda a su superior con un leve movimiento de cabeza. Se cuadra, gira sobre los talones y sube con pasos temblorosos por la plataforma hasta llegar a la embarcación. Camina por la cubierta y se dirige a los camarotes para reunirse con el resto de la tripulación. Una vez dentro, el barco es completamente distinto. Los cálidos rayos del sol son reemplazados bruscamente por la tenue luz de las velas. Un fuerte olor a muerte sucede a la brisa salada de las playas. Ya no se divisan las majestuosas velas blancas y, a medida que se adentra en la embarcación, el piso reluciente de cubierta va perdiendo su brillo hasta transformarse en un lodazal. Cuando por fin encuentra la litera que le han asignado, se retira el abrigo y lo coloca sobre su lecho. Se cambia las ropas y sube a cubierta justo a tiempo para ver como el barco empieza a alejarse de la orilla.
Poco después los oficiales empiezan a gritar las órdenes. “¡Icen las velas!” “¡Aten las cuerdas!” Intenta concentrarse en sus tareas. Trata deliberadamente de ignorar los quejidos espantosos de las criaturas bajo sus pies. No lo consigue, y según observa en los rostros de sus compañeros, ellos tampoco. El suelo tiembla por la intensidad de los chillidos, bufidos y gemidos.  Le resulta fascinante pues nunca había escuchado sonidos de esa naturaleza. Incluso en ciertos momentos se esfuerza por entender lo que hablan aquellas voces en una lengua extraña.
De pronto, el capitán dispara al cielo y vuelve su rostro enfurecido hacia la tripulación. “¿En este barco todo tengo que hacerlo yo?” Grita estruendosamente. “¡Que alguien calle a esas bestias!” El oficial que tiene a su lado se vuelve hacia él y le pide que lo siga con una señal. Bajar las escaleras que conducen a las celdas resulta complicado con el vaivén del barco, pero se las arregla para no resbalar. Llega al último peldaño y voltea. Se encuentra en una habitación completamente obscura. Intenta descifrar lo que tiene en frente, pero debido a la falta de luz, lo único que consigue es distinguir siluetas, apenas sombras borrosas que se agitan en la obscuridad. El oficial pega un grito y los llantos cesan casi de inmediato. Se da media vuelta y camina hacia la escalera. Apenas coloca el pie en el primer peldaño, estalla a su alrededor un sonido conocido. En algún lugar de aquel frío aposento un niño llora desesperadamente. Confundido, observa al oficial preguntándole con la mirada cuál debe ser su siguiente movimiento. El oficial, dudoso, levanta la mano y señala el interior del cuarto, donde todavía se escuchan sollozos. Antes de que puedan dar un paso, el capitán baja por la escalera rápidamente y pasa a su lado. “Inútiles” dice entre dientes mientras se dirige hacia el pequeño sin vacilar. Entonces alarga una mano para levantar bruscamente a la figura que lleva al niño en los brazos y le da un empujón indicando que suba a cubierta.
A su lado pasan lentamente unos ojos temerosos. Observa como de la penumbra de la habitación sale una mano temblorosa que se agarra de un peldaño y empieza a trepar la escalera. Detrás sube el capitán, todavía con el ceño fruncido.
Extrañado por la aparente calma de aquellos seres que aún permanecían en la habitación, se voltea a verlos. Las criaturas parecían estar conteniendo la respiración, permanecían inmóviles en la sombra. Años después se dará cuenta de que había malinterpretado su silencio. Aquello que tradujo como calma era sin duda algo más. Una emoción extraña pero muy potente que se reflejaba en decenas de ojos atentos.
Da media vuelta y camina tras el oficial.  A medida que se acerca a cubierta el silencioso grito de guerra es reemplazado por alaridos ensordecedores. Parada en la cubierta se encuentra una madre sosteniendo a un niño. Ahora que están a plena luz del día puede observar claramente al niño. Es un crío como cualquier otro. Tiene la piel obscura, rasgos pronunciados, cabellos rizados y grandes ojos negros. En sus ojos no hay malicia alguna y en su llanto sonaba cierta inocencia. El capitán grita que callen al pequeño, pero este llora cada vez con más fuerza. El hombre enfurecido camina con fuertes zancadas hacia el niño, lo toma de la mano y lo desprende de la figura que lo sostenía entre sus brazos con un aire protector.  La muchacha grita, llora y patalea, como haría cualquier madre a la que le quitaran un hijo, pero lo único que consigue es que un oficial la tire de los cabellos y la arrastre hacia las escaleras. El capitán camina hasta llegar al barandal y sin dudar ni un segundo lanza al pequeño hacia la mar. En un abrir y cerrar de ojos paran todos los gritos y llantos. No se escucha ningún sonido. El capitán ordena que todos regresen a sus puestos y poco a poco los marinos retornan a sus actividades. Pero él no podía olvidar la mirada de aquellos ojos negros mientras eran arrastrados nuevamente hacia la penumbra.
Pasaban los días y todo seguía igual. Izaba velas, ataba cuerdas, trapeaba pisos. Pero no podía deshacerse de una inesperada culpa. No había hecho nada malo. Las cosas siempre habían sido así. Así tenían que ser. Pero al pensar en el pequeño le recorrían escalofríos y le temblaban las manos. Cuando llegaron a su destino habían pasado ocho semanas desde aquel día. Ocho semanas sin dormir. Ocho semanas sin pensar en otra cosa que no fuese la mirada en esos ojos obscuros.

Se baja del barco y camina sin rumbo por las calles de una ciudad desconocida. En las manos sus valijas y en su rostro una mirada perdida. Sin notarlo, se dirige a una iglesia. Se confiesa sin estar seguro de cuál fue su pecado. Entonces decide que no quiere volver a la mar y que en su lugar va a servirle a Dios para redimirse de su culpa. Da a conocer lo sucedido, aunque nunca podrá reconocer su participación en aquel terrible suceso. Y así pasa el resto de su vida. Ayuda a los necesitados por los días, y por las noches se sienta frente al lago de la casa parroquial recordando a aquellos ojos negros.



Escribir te hace más humano ( Doris Lessing)





  • Las palabras son la más potente droga utilizada por la humanidad (Rudyard Kipling)



  • Escribe para ti mismo, recogido, asombrado (Jack Kerouac)



  • La literatura es siempre una expedición a la verdad (Franz Kafka)



  • Escribí Ulises para tener entretenidos a los críticos los próximos cien años (James Joyce)



  • Para mi un escritor tiene justificación de escribir un libro si está enamorado del tema (Henry James)


  • Al escribir un libro, al primero que tienes que gustar es a ti mismo (Patricia Highsmith)



  • Mi psicoanalista es mi máquina de escribir (Ernest Hemingway)



  • Lo único que trasciende la existencia de un ser humano es su obra (Máximo Gorki)


  • Escribir pese a todo, pese a la desesperación. (Marguerite Duras)



  • Cada escritor crea a sus precursores . (Jorge Luis Borges))


  • Escribir es como hacer el amor, No te preocupes por el orgasmo, preocúpate por el proceso. (Isabel Allende)

  • La literatura no es algo que nos haga felices, pero ayuda a defendernos de la infelicidad. (Mario Vargas Llosa)



  • Y  tú... ¿para qué escribes?






En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.

Robert Penn Warren
Para obtener información escribe a Ruth Rodríguez Serrano
Email: rrodriguez@usfq.edu.ec
Teléfono: 2971-700 extensión 1433.

Ruth Rodríguez Serrano. 
Master en Educación Universitaria.
Master en Estudios Humanísticos por el Tecnológico de Monterrey, México.

Escritora de novela, cuento y poesía. Ganadora de concursos nacionales de cuento infantil (Círculo de Lectores) y de cuento juvenil (Pablo Palacio). Representante del Ecuador ante la Asamblea Mundial de Jóvenes Artistas por la Paz, en la República de Bulgaria.  En 2005 obtuvo la Condecoración Pablo Palacio al Mérito Literario, otorgada por el Consejo Provincial de Loja. Entre sus obras se cuentan: Algo más que un sueño (1978, cuento), Desde el barro azul (1988, prosa poética y cuento). El balcón de los colores (1990, cuento), Lengua de siervo (1993, Poesía). Al filo de Clepsidra (1995, novela).  Deseábulos (1998, libro colectivo de cuentos de la Red Cultural Imaginar). Impúdica (2007, poesía). Escribir es Formidable (2008, texto de estudio para el área de composición escrita).Putas de Cristal (2010, novela). La certeza de los presagios (2011, libro colectivo de cuentos). El mar en mí (2012, poesía). Ensayos formidables (2014, texto de estudio para escritura de ensayos) A la izquierda del poema (poesía, 2014). Catedrática Universidad San Francisco de Quito.


Universidad San Francisco de Quito
Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades
Acta del fallo del jurado del Concurso de Relato Interpretatio 2016

En la ciudad de Quito, el día miércoles 1 de junio de 2016, se llevó a cabo la reunión del jurado para el  Concurso de relato Interpretatio 2016, convocado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. La reunión tuvo lugar en el Decanato del  Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades, con la presencia de su decana, Carmen María Fernandez-Salvador, y representantes del jurado que estuvo  integrado por Gabriela Rota, Iván Ulchur, Christopher Minster, Jorge García, María Auxiliadora Balladares y Ruth Rodríguez, profesores de la USFQ.  El jurado falló a favor del  cuento  “Ojos negros” enviado con el pseudónimo  "Sabrina", cuya autora es Diana González Hidrovo, alumna del  tercer año de bachillerato de la Unidad Educativa Tomás Moro.

El jurado decidió otorgar el primer puesto,  considerando que el cuento ganador:
1.    Se inscribe dentro de la calificación de historia de interpretación literaria, ya que se ajusta al estilo y argumento del poema base del concurso del poeta ecuatoriano Julio Pazos Barrera.
2.    Posee cualidades de originalidad y honradez, y promete el desarrollo de un estilo propio.
3.    El tema es desarrollado con orden lógico, unidad y transparencia, al presentar las ideas de manera coherente y sostenida.
4.    Demuestra  un adecuado manejo del lenguaje y un estilo breve, preciso y directo, característico del género de relato.
5.    Capta la atención del lector, transportándolo al ambiente que describe y posee un cierre interesante.
6.    Se destaca por su ingeniosidad, seducción e impacto en el relato, procurando un  orden entre los elementos que lo componen.

De acuerdo a la cláusula 6 de las bases establecidas para el presente concurso, el jurado concede el premio de una beca completa para una carrera de pregrado en Artes Liberales o un área afín.

Para constancia subscriben los miembros del jurado,

                                   
Christopher  Minster                                     María Auxiliadora Balladares


Gabriela Rota                                                
Iván Ulchur

Jorge García
                                                                                              

Ruth Rodríguez 

EFRAÍN JARA IDROVO. Premio Eugenio Espejo 1999.

Poemas seleccionados

Libro: LOS ROSTROS DE EROS
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
TRIPTICO, poema I, pág. 51
¡Nada presuma duración, si empieza!
La luz abre a la flor y la convoca
a desplegar su antorcha de fragancia,
para luego estrujar su gallardía.
En el aire, igual que una bisagra,
se abren las alas de la mariposa;
vuela de rosa en rosa, pero un día
yace en tierra abatido su velamen.
Todo en el hombre es doblemente aciago:
hecho para morir, contagia muerte
a cuanto tocan manos y la mente.
¡El tiempo no transige! Flor instable,
lazo en trenza del aire, mariposa,
y el hombre han de finar, porque comienzan.
Libro: el mundo de las evidencias
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
Poema: FUNERAL DE LA GOLONDRINA
pág. 39
La fragata del viento llegó con la noticia
y las ranas doblaron su campanario de agua.
¡Murió la golondrina, a las seis de la tarde!,
a la hora en que solía posarse en los alambres,
rendida, con su oscura librea de ceniza.
La encontraron tendida sobre el húmedo trébol:
la flor del infinito anidaba en sus venas.
A las seis de la tarde, tocó con su violeta
la muerte en su albo pecho con nitidez de nieve.
A la hora de los grillos, se rompió su tijera
en el tejido abstracto de la eternidad.
Ya eran las seis cuando sollozó la neblina
al ver que no escoltaba su lenta caravana.
A la luz de un lucero, hallaron detenido
su corazón pequeño, como un grano de trigo.
¡Nunca volvió a medirla el reloj del rocío! . . .
Encendía el crepúsculo suntuosos candelabros
y el alhelí tenía miedo de los fantasmas,
cuando sintió, de pronto, la frágil golondrina,
una pesada niebla enredarse a las alas,
una música espesa invadir sus arterias
y, por primera vez, el peso azul del cielo.
Sintió endurarse el aire, cuajarse en amapola
su sangre, más que sangre, desvelo de la brisa.
Miró la lejanía dilatando sus círculos
y la sintió cercana, como anillo al dedo,
porque iba disolviéndose en veloz transparencia.
¡Murió la golondrina!, comentaban las dalias
en su callada lengua de polen y perfume.
Murió súbitamente, mientras condecoraba
el pecho de la tarde con la primera estrella.
¡Murió la golondrina! Supieron las luciérnagas
y encendieron sus cirios de esmeralda y topacio.
Se evaporó la abeja que animaba su vida:
sólo quedó en la tierra la cápsula de plumas.
¡Murió la golondrina!, le contaron al viento,
y el viento desmayóse en brazos de una niña.
¡Sí, debe haber un cielo para las golondrinas!
Pero no precisaron bajar los serafines
para llevar su espíritu a la fronda celeste:
fue tan puro y liviano, que ascendió por sí mismo,
como suspiro, aroma, o el sueño de una virgen . . .
Libro: el mundo de las evidencias
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
Poema: ULISES Y LAS SIRENAS
pág. 87
¿Hacia dónde navega,
Ulises, tu tirreme
con sus remos de sangre y velas de delirio?
¿Vas al centro de tu alma?
¿Buscas amor? ¿Certeza?
El viento de ti nace y hacia ti te conduce.
Navegando, viviendo,
el puerto que te espera
es tu rostro perdido el día en que zarpaste.
Fuera de ti no hay puerto.
Tu viaje es un retorno.
La espuma de la orilla sólo en ti se prosterna.
Tú no miras, Ulises.
Cuando miras, sorprendes
tu soledad volviendo a su propia constancia.
Formas vanas, reflejos:
olas, rocas, gaviotas.
Mundo es lo que te sobra y escapa por tus ojos.
¡Pon cera en tus oídos!
Las sirenas te llaman.
Fuera de ti no hay muelles, ni arena, ni evidencia.
Fanales insidiosos
-- materia, sexo, tiempo---
apresuran tu nave contra las escolleras.
Mar adentro, alma adentro,
la gran fosforescencia
de tu conciencia engendra la luz del universo.
Cuando al mirar las nubes
veas que no son nubes,
sino tu alma que escapa, Ulises, ¡suelta el ancla! . . .
Libro: el mundo de las evidencias
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
Poema: DESTELLOS DE UNA INFANCIA SOLITARIA
pág. 93
¿Dónde guardas el rostro, que nunca he conocido,
y del que sólo quedan sus círculos de música?
Veo a mi madre erguida al borde de mi alma,
como álamo, temblando. Unas monjas recuerdo:
como amapolas secas, surgen entre la niebla . . .
El sol brilla en los sauces. Columbro una carreta
cargada de hojarasca. Al peso del arado,
crujían las oscuras costillas de la tierra . . .
Era un cuando sin cuando. Era un espejo, en donde
nunca inscribió el relámpago su helecho fulminante.
Días, años, en la ascua del espacio infinito,
viendo volver el mismo colibrí a los rosales.
El mismo río, idéntico fragor de terciopelos
del viento enardeciendo tejados y arboledas.
Un niño de ojos tristes eleva una cometa.
Y siempre son los mismos: cometa, niño y cielo.
¿En dónde confundiste, infancia, mis facciones,
el ser que nunca he sido y me remuerde siempre?
Empapada de sueño y de melancolía.
mi imagen se adelanta y no la reconozco.
Con un muñón de estrella golpeo en el pasado.
Me responde un camino de flores amarillas,
un zumbido de moscas, un aroma de bueyes.
Hay una casa lóbrega y un hombre solitario.
"¡No tengas miedo, Hipólito! Dicen que ama los niños."
Pero mi rostro, infancia; el que labró mi sangre,
cuando el tiempo medía tan sólo por distancias;
aquel que vacilaba al fondo de las charcas,
camino de la escuela, antes de que un cuchillo
de soledad separe mi corazón del mundo,
¿en qué insondable pliegue de la sangre me llora?
Mi abuela fuma y teje sentada en la terraza.
Alguien riega la tinta y mancha los cuadernos.
Toman mi desamparo como signo de culpa . . .
La soledad, ahora, me hace dos efraínes.
Su hostilidad comprendo. ¡Sólo uno es verdadero!
El otro sustituye al que jamás he sido.
¡Ay diamante extraviado al iniciar el tránsito,
tus destellos persisten en torno a mi cadáver.
Un callejón recuerdo, con sombra y madreselvas.
Apoyado en el puente, miro las golondrinas.
El agua, entre las piedras, daba traspiés de espuma.
Nubes y gavilanes duermen tras las colinas . . .
Entonces no existían la mirada ni el pájaro:
la paloma era el ojo que al alma regresaba.
¿Cuándo advertí que el mundo estaba al otro lado?
¿Cuándo noté que el árbol no me necesitaba?
¿Cuándo supe que mi ansia no hace brotar la hierba?
Mamá lloraba mucho si es que llegaba tarde.
La rueda del molino se ha cubierto de musgo.
Hago memoria. Caigo al fondo del olvido.
¿Soy yo quien allí sueña que he de soñar todo esto?
Identidad perdida, laberinto de espejos
donde mi faz su lámpara, sin cesar, repetía.
Igual que para el pez, absorto tras el vidrio
frío de la redoma, no había dentro o fuera.
Hoy en la duración contienden sangre y mundo.
Ahora instala el rayo su imperio fugitivo.
Todo se va y no vuelve. Nada es ya, todo fluye;
como flecha transcurre y se hunde en el crepúsculo . . .
Infancia, vieja amiga, devuélveme los ojos
que inventaron los pájaros y las constelaciones.
Devuélveme los nombres con que fundé el espacio,
las huellas de los pasos sin residuo de tiempo.
Devuélveme el canario y su jaula de alambre,
los bolsillos colmados de vidrios de colores.
¡Restitúyeme el rostro del ser que nunca he sido! . .
 En retazos

Autora: María José Gaibor
Unidad Educativa Particular Cervantes.

Quién querrá perecer en los enardecidos campos, quién querrá entregar su inocencia como pago por guerra y destrucción, quién querrá vivir corriendo, quién querrá vivir silente. El silencio no es más que un murmullo, un  revoltijo de susurros de las hojas, del viento, de las voces, del movimiento, de la vida y la muerte.
 El cantar de los grillos y las gotas  rompía la quietud y se hacía tan abrumador como los gritos, y casi me llevaba hasta el momento en que sus ojos desbordados de cristales tristes dejaron de verme y sus manos de sentirme. Volví al eco de mis pasos, desoyendo a la boca de esa anciana llena de nicotina, humo y juicios;  ignorando la penumbra y el pasado, e incluso el futuro. Era un  diciembre frío, solitario, como siempre. Todo se veía en blanco, negro y gris. Habíamos olvidado ya lo que era jugar, por lo menos yo lo había hecho. Sabíamos que venían y sabíamos lo que demandarían. Al entrar pusieron un arma en mis manos, ni siquiera sabía cómo usarla, era pesada y se veía tan amenazante como sus ojos, penetrantes, sombríos. Mi madre dijo que lo haga, que debía hacerlo, así que aplasté el gatillo. Era uno de ellos, sin querer lo fui. Muchos me culpaban, nadie lo decía. Era sangre de mi sangre o más bien yo era sangre de la suya. Aun así siempre supe que no era mi culpa. Nunca temí a monstruos del armario o a la oscuridad, pero aprendí a temer  el sonido de las bombas al caer, aprendí a temer al colegio, a la casa. Aprendí a temer y a dudar.

Me paré frente a la puerta y el sonido lejano de los recuerdos rozó apenas mis sentidos. Un escalofrío, como una ajena mano helada,  subió por mi espalda, despacio, apresurado. Me senté sin poder mirar o seguir. El polvo se levantaba y acomodaba nuevamente, como notas en acordes y acordes en música. A pesar de todo me gustaba jugar solo, hablarle al viento, perderme en mis propios misterios, soñarme en campos abiertos. No tenía muchos amigos pero jugaba. Me senté mirando al cielo, se veía claro, profundo, infinito. Un estruendo nubló mis oídos, calló mis ojos, pasmó mis latidos. Me vi correr sin moverme, ahí tendido me iba. Dolor. 
Universidad San Francisco de Quito
Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades
Acta del fallo del jurado del Concurso de Relato Interpretatio 2015

En la ciudad de Quito, el día lunes 8 de junio de 2015, se llevó a cabo la reunión del jurado para el  Concurso de relato Interpretatio 2015, convocado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. La reunión tuvo lugar en el Decanato del  Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades, con la presencia de su decana, Carmen María Fernandez-Salvador, y representantes del jurado que estuvo  integrado por Gabriela Rota, Iván Ulchur, Christopher Minster, Daniel Márquez y Ruth Rodríguez, profesores de la USFQ.  El jurado falló a favor del  cuento  “En retazos” enviado con el pseudónimo  "Lapizinvisible", cuya autora es María José Buitrón Gaibor, alumno del  tercer año de bachillerato de la Unidad Educativa Particular Cervantes.

El jurado decidió otorgar el primer puesto,  considerando que el cuento ganador:
1.    Se inscribe dentro de la calificación de historia de interpretación literaria, ya que se ajusta al estilo y argumento del poema base del concurso del poeta ecuatoriano Efraín Jara Idrovo.
2.    Posee cualidades de originalidad y honradez, y promete el desarrollo de un estilo propio.
3.    El tema es desarrollado con orden lógico al presentar las ideas de manera coherente y sostenida.
4.    Demuestra  un adecuado manejo del lenguaje y un estilo breve, preciso y directo, característico del género de relato.
5.    Capta la atención del lector y posee un cierre interesante.
6.    Se destaca por su ingeniosidad y orden entre los elementos que lo componen.

De acuerdo a la cláusula 6 de las bases establecidas para el presente concurso, el jurado concede el premio de una beca completa para una carrera de pregrado en Artes Liberales o un área afín.

Para constancia subscriben los miembros del jurado
Christopher  Minster
Daniel Márquez
Gabriela Rota
Iván Ulchur
Ruth Rodríguez



Jorge Dávila Vázquez

Premio Eugenio Espejo 2016


POEMA 3
(de Peregrino en la noche, 2000)




Sentados en el alto umbral
de la cocina
de esa gran casa de campo
escuchábamos
los cuentos
de miedo
de la tía Rosita.
En el humo del tiempo
que no tiene límites
hay todavía
como un escalofrío
cuando cruzan los miedos
por la voz misteriosa
de la tía
muerta hace tantos años




Botánico

Por: Ramiro Figueroa
Unidad Educativa Ángel Polibio Cháves.


Las lilas aguardaban con un olor dulzón que precipitaba los sentidos y acaecían en el vago recuerdo de quienes creíamos haber olvidado. Era ella quien las portaba: la señorita Guichardiere; poseedora de géneros botánicos como jazmines, hibiscos, camelias, rosas, girasoles, tanto como de un instinto olfativo conmovedor e inquietante; uno con el que imperceptiblemente colocaba, casi como espinas nacientes, imágenes balsámicas y de una sublimidad tal, que se confundían en nuestra memoria como olores deslumbrantes, luego recuerdos que insertados una vez en ella, no habrían de salir fácilmente.
Al salir de la casa del río nos encontramos con una especie de paraguas invertido, con telas de pared ahuecadas, líneas decorativas temblorosas por el vaivén que provocaban las aguas y, aunque ocupada por muchos de nosotros, ferozmente desamparada, apuramos el paso. En medio de ese instante de tierra firme, podíamos sabernos en el momento único para divisar los colores de naturaleza opaca que las posesiones de la señorita Guichardiere ofrecían. Sin embargo, nuestros sentidos a la mañana vivían amilanados, poco hacían por despertar un ademán de ansia y por enlazarse con los encuentros botánicos, de los que la señorita Guichardiere quería, irremediablemente, hacernos sentir parte. Parecíamos estar siempre eludiendo nuestra dirección, la que nos habían trazado de ante-mano.
Su nombre -apenas pronunciado- hacía que se avivara en nosotros una incesante pulsión por desdibujar su fisionomía (tan atrayente como misteriosa). Quizá descifrar una fórmula para conectar su nombre y lo que podíamos haber figurado como su rostro hubiese bastado. Pero las combinaciones eran extrañas e inexactas. A veces, la señorita Guichardiere nos parecía un animal aterciopelado, engendradora inagotable de plantas herbáceas. Otras, como un vehículo transoceánico que recorría los límites del mundo para irradiarlo con los olores de la inclinación más enigmática. Y finalmente, como una simple anciana de cabellos tristes, con un color gris que la teñía a ella y a su alma. Quizá la última fuese la tentativa más cercana a esa verdad mezquina.
Por la tonalidad sombría que después tomó el pueblo (no por su olor, ni mucho menos), supimos que una suerte de magia crepuscular nos alentaba a formar parte de lo que ella, a través de las distancias y las atmósferas, nos proponía. Las calles manaban un olor a capullos calcinados, las aceras se entintaban de carbón y el humo ocupaba ya gran parte del opaco ambiente en el que respirábamos; quemaba los ojos y nuestro pequeño par de cavidades.
Quizá recordábamos tan vagamente a la señorita Guichardiere, que sus señales -a más de intensificarse de forma vehemente- nos eran esquivas, pero al mismo tiempo irremediablemente necesarias. Decidimos, entonces, visitarla a la madrugada siguiente. Nos preguntábamos cuántos habían llegado hasta su puerta y plasmado ese momento como uno del cual enorgullecerse; aunque ahora, recordarla u olvidarla se habría convertido casi en la misma cosa. Aun así, su recuerdo era el más necesario de todos, ya nos lo habían dicho: de nosotros, sólo se esperaba una verdad nada entreverada.
La lluvia permitió que nos escondiéramos. Su morada consistía en un jardín botánico de proporciones inigualables; el más opulento vergel del pueblo, donde residían a un costado todas las especies de plantas y animales, plantas que eran animales, animales que eran plantas al mismo tiempo, animales dúctiles, plantas dóciles, y aunque el vívido follaje cubría por instantes su real fachada, un ambiente lúgubre hacía apagar el alma.
Tocamos la puerta con nuestros nudillos nerviosos y como de goma, cuando se acercó por otra de menor tamaño que daba al costado. Tenía el color de la intriga, su tono cambiaba repentinamente y sus palabras parecían estar recubiertas de un misterio casi indescifrable.
-Es algo parecido a la muerte -dijo con voz trémula, como advirtiéndonos-.
-Esperamos ser a quien pueda asentir por vez primera. Queremos recordar -susurramos al unísono-.
-Ya no torturo de ese modo, niños -dijo convencida-.
-Todos lo han querido así, a pesar de las circunstancias, a nuestra vuelta esperan entusiasmados -dijimos con recelo-.
-Si el pueblo se percata -se precipitó- corremos por las calles, como la ceniza de ayer.
-Sería justo que podamos hacer recordar al pueblo.
Tomándonos de la mano, como hojas pendidas a la rama de un árbol, pareció haber aceptado nuestra petición (que se asemejaba más a una suerte de destino ya trazado por ese pueblo de cenizas) y caminamos junto a los hibiscos, abrimos paso hacia el jardín y advertimos una de las lilas (de las que ya no quedaban muchas) como las de la incineración pasada. Era una mujer cordial, sin duda. Pero sus gestos, como deprimidos y tercos, receptaban un sentido insufrible, como si cada vez algo entrara de repente en su espíritu.
La señorita Guichardiere trajo entonces una copa vacía, de la que parecía salir una especie de humo lactescente que de forma inmediata armonizó los olores. Su tizne recubrió los caminos y las atmósferas. Su aroma azucarado y delirante animó las hojas pendidas, las casas temblorosas, las contemplaciones vanas del olfato, las flores de engañosa lozanía, nuestros recuerdos por fragancias, y por sobre todo, a la memoriosa -y recolectora- señorita Guichardiere; que después, cuando se nos acercó, hizo invadir en nosotros una sensación cálida y próxima, y entre todas las demás evocaciones, adivinamos una sombra crepuscular que se hundía, se hundía en nuestro corazón.


“No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes, nos dice Mario, pero cuando la lluvia cae sobre el botánico aquí se quedan sólo los fantasmas. Ustedes pueden irse. Yo me quedo.”

Ramiro Figueroa, premio Interpretatio 2014

Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades
Acta del fallo del jurado del Concurso de Relato Interpretatio 2014

En la ciudad de Quito, el día lunes 2 de junio de 2014, se llevó a cabo la reunión del jurado para el  Concurso de relato Interpretatio 2014, convocado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. La reunión tuvo lugar en el Decanato del  Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades, con la presencia de su decana, Carmen María Fernandez-Salvador, y representantes del jurado que estuvo  integrado por Carlos Freile, Cristina Burneo, Gabriela Rota, Iván Ulchur, Christopher Minster y Ruth Rodríguez, profesores de la USFQ.  El jurado falló a favor del  cuento  “Botánico” enviado con el pseudónimo  "Elías Gamoneda", cuyo autor es Ramiro Xavier Figueroa García, alumno del  tercer año de bachillerato de la Unidad Educativa Ángel Polibio Cháves.

El jurado decidió otorgar el primer puesto,  considerando que el cuento ganador:
1.    Se inscribe dentro de la calificación de historia de interpretación literaria, ya que se ajusta al estilo y argumento del poema base del concurso, Poema 8,del poeta ecuatoriano Jorge Dávila Vázquez.
2.    Posee cualidades de originalidad y honradez, posee estilo propio con tintes poéticos que vuelven el tema sugerente.
3.    El manejo de la idea central subyace al interior del relato de forma que produce la atención y curiosidad de lector.
4.    Posee un lenguaje exquisito y envolvente, así como un estilo breve y sugestivo.
5.   Posee un cierre interesante que otorga coherencia, destacándose por su ingeniosidad.
6. La extrañeza en el manejo del lenguaje y figuras literarias hacen del texto algo muy original.


De acuerdo a la cláusula 6 de las bases establecidas para el presente concurso, el jurado concede el primer premio de una beca completa para una carrera de pregrado en Artes Liberales o un área afín.

Para constancia subscriben,

Carmen María Fernández- Salvador.  
Cristina Burneo
Christopher Minster
Gabriela Rota
Iván Ulchur

Ruth Rodríguez

Carlos Eduardo Jaramillo. Premio Eugenio Espejo 2007




MUDRÁ 10

A mitad de su número de magia
                el Mago se da cuenta
que la ilusión es él
y el truco un pensamiento que cambia de lugar
como un sol de luz negra
“¿Dónde está el pensador?”
grita
y el encanto se desvanece
la cuchilla lo parte en dos mitades
junto con la manzana
pero las reglas del juego lo devuelven intacto
con los ojos sin brillo
ante el dichoso público que aplaude
al oficiante que lentamente se despabila
y no sabe si piensa

                o si recuerda.
Universidad San Francisco de Quito
Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades
Acta del fallo del jurado del Concurso de Relato Interpretatio 2013

En la ciudad de Quito, el día 25 de junio de 2013, se llevó a cabo la reunión del jurado para el  Concurso de relato Interpretatio 2013, convocado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. La reunión tuvo lugar en el Decano de Pregrado, con la presencia de la decana del  Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades, Carmen María Fernandez-Salvador, y algunos representantes del jurado que estuvo  integrado por José Julio Cisneros, Decano de Pregado, Alexandra Astudillo, Laura Hidalgo, Sandra Gross, Ruth Rodríguez, Gabriela Rota, Iván Ulchur y Enrique Wong, profesores de la USFQ.  El jurado falló a favor del  cuento  Conclusión del acto, enviado con el pseudónimo  “Jo March”, cuya autora es Andrea Paola Armijos Echeverría, alumna del  tercer año de bachillerato del ISM International Academy.

El jurado decidió otorgar el primer puesto,  considerando que el cuento ganador:
1.    Se inscribe dentro de la calificación de historia de interpretación literaria, ya que se ajusta al estilo y argumento del poema base del concurso, Mudra 10, del poeta ecuatoriano Carlos Eduardo Jaramillo.
2.    Es fantasioso, bastante original y promete el desarrollo de un estilo propio.
3.    Logra mantener la atención del lector, describiendo la escenografía con lenguaje sensorial. Tratándose de un cuento con inmersión ficcional, logra verosimilitud en su narración. 
   Posee un estilo breve, preciso y directo, característico del género de relato, y mantiene corrección idiomática.
5.     Otorga un cierre interesante e ingenioso.

6
De acuerdo a la cláusula 6 de las bases establecidas para el presente concurso, el jurado concede el primer premio de una beca completa para una carrera de pregrado en Artes Liberales o un área afín.
Para constancia subscriben los miembros del jurado:

Carmen María Fernández- Salvador.  
José Julio Cisneros 
Alexandra Astudillo 
 Laura Hidalgo 
 Sandra Gross
Ruth Rodríguez
Gabriela Rota
Iván Ulchur

Enrique Wong