Poemas de María Auxiliadora Balladares


POEMAS DE MARÍA AUXILIADORA BALLADARES

 

 

rata

roo soy rata de dientecillos afilados
corro y me escabullo debajo de las puertas
muerdo soy rata la rabia ataca ya mi sistema nervioso
acaricio recién parida acomodo con el hocico a mis crías
me ahogo muero envenenada
rechino los dientes soy rata y mi corazón galopa
chillo al agitarse mi cuerpo mientras copulo
destrozo soy rata y el cartón me violenta
duermo se eriza mi pelaje si sueño con miedo

(de Animal)

 

 

 

el pelícano

nado nado nado
nado pelícano nado
salgo del agua con frío
corro
tomo la toalla
me siento en la arena
miro

el pelícano vuela
aéreo como es
vuela planea se baja y mira
se proyecta
se estira
apunta y se lanza
el pececito en su pico enorme de ballesta
deshaciéndose como si fuese necesario
en el guargüero antes estrecho
que se ensancha
técnica de aves agudas
el pelícano come

mañana
eso se dice
tanta sal estropeará sus ojos
esos ojos de vaca
del pelícano en flor
no servirán para nada
y querrá morirse
matarse
ahogarse en tanta agua de mar
en mar de tanta agua
sin ojos
inútil
mofa de las gaviotas
querrá desaparecer digno
absuelto
antes morirá de hambre

estoy seca
cuando me paro
él ya no piensa en peces
me restriego los ojos
me ha entrado arena
me lanzo al mar de nuevo
de nuevo me mojo
apunto me estiro me clavo
cuando siento el frío del agua
anidar en mi cabeza
abro bien los ojos
los abro bien
bien los abro
el pelícano de pelo cano
saciado
tonto
mira cómo
a pesar de todo
del frío y la sal
y el mal sabor de boca
me como su pez

(de Animal)



 

 

23 y 24 de julio, 2019


Querido Ur:

He posado mi cabeza sobre el pecho de un animal marino
y soy feliz

Quiero inventar vocablos imposibles
Quiero escribir una carta de amor poblada de sonidos nuevos
regalarle al animal que nada
un acontecimiento y palabras insomnes como mis ojos
los corales más oscuros del mar
el filamento de todos los horizontes
para que los toque con su piel de nieve caída sobre el campo

Es el vertebrado que caza con la lengua
que horada la espalda con sus dedos de canal profundo

Construiré para el animal acuático una represa morada
el mejor de los lechos
el átomo de mi angustia
que se deshace en su boca de pez pequeño
Quiero aprender su desesperación fuera del agua
para moverme al ritmo de su cuerpo
pegarme a su aleta dorsal y no abandonarla

Desharé todas las redes
para que mi animal descanse
extenderé los brazos para aferrarme a su cintura
besaré su hombro de animal con branquias
morderé la sal entre sus labios y dormiré entre sus piernas
hasta que la luz penetre las rocas y las destruya

Sabes que los animales existen aquí transfigurados
y hoy amo a mi animal oceánico
el que vive fuera de mí
su pelo suave como el desgaste del color
de las portadas de los libros
amo su vestido alegre
su caparazón de hojas entintadas
con el que se camufla entre los árboles que tiemblan

Los ojos mansos del animal litoral
empresa clara y lejana
estrella mínima sobre la playa inquieta
nuevos vestigios
arcanos nuevos
son como un cuchillo indescriptible
quiero hacer con ellos tormenta sobre el río

Todo es tan sencillo
como sonreír
Ur
mientras recibo el sol echada sobre la arena caliente

Te quiero
Sostén siempre mis manos y dales calor
en el invierno bonaerense
tan frío y tonto

Tuya

Ux

(de URUX Una correspondencia)



 

 

 

Sudor

Siempre he querido ver cómo brota el sudor de tus poros
Me interesa menos su recorrido sobre tu piel
Éste es circunstancial
Aquello es de vida o muerte
He observado con detenimiento tus radiografías
Tus tomografías
Tus resonancias
He dado con la casi imperceptible desviación de tu columna
He concluido que tus órganos son pequeños
Durante días repetí el gesto de medir el tamaño del hematoma
Observé el cambio de color
Anoté el tiempo que toma pasar del verde al morado
Del morado al negro
Del negro al color de tu piel
Mirar hacia dentro como si no fueses tú
Me parece bastante ridículo
Tengo que familiarizarme con tus venas
Con tus nervios
Con las capas subcutáneas
He visto una y otra vez en video tus pólipos
Los he contado
Los reconozco
Son mis hermanos
He imaginado la intervención en tu útero
De aquello no quedan registros
Por eso me vuelvo un poco loca
Me desespero
Y en esas circunstancias prefiero no tener nada al alcance de las manos
He mirado tantas veces tu sangre
Conservé en el carro por más de un año
El sombrero y el chal que llevabas
El día del accidente de caballo
Verlos me recordaba que no soportaría tu muerte
Imagino el estado de tu cerebro entonces
Camino del hospital
Te pedía que no te durmieras
Conversaba contigo para mantenerte despierta
Hacías preguntas que me llenaban de terror
Preguntas simples que me llenaban de terror
He revisado tus medicinas
Memorizado sus componentes
Sus efectos secundarios
Te he visto sonrojarte efecto de la alegría y de la vergüenza
He apoyado mi cabeza en tu vientre
Reconozco todos los lenguajes de tu cuerpo

Soy una vidente
Puedes preguntarme cualquier cosa
Te responderé presto
Porque soy la lama que crece en los bordes de tus piernas

(de Guayaquil)

 


CAFÉ MOLIDO



Autor: Vianca Kamila Cárdenas Flores

Sirvo la taza con agua hirviendo, de su interior salen hileras de vapor, se esparcen por el ambiente llegando a cada rincón de la cocina, su aroma amargo es oscuro como mis pensamientos. Pongo la taza en un charol de plata y la llevo al centro del patio, esta aguarda sentir los labios de Don Gabriel, quien cada tarde se sienta al borde de la pileta y saborea el café de su hacienda. Luego se retira a sus asuntos.

No conozco el inicio ni el fin de la hacienda; llena de plantas altísimas de maíz, cebada y trigo, pero en especial café. Sobre la tierra que absorbe gotas de sangre y sudor de nuestro cuerpo al terminar las horas de trabajo. Tiempo que no acaba, que no conoce el descanso y que es depreciado. Lo que hacemos desde el momento en que nacemos es labrar y trabajar en las tierras de los que son dueños de todo. 

Miro las pepas de café cuando bajan por el molino, se hacen trizas. Cada crack me recuerda el instante que debo levantarme y toco el suelo. Todos tenemos las manos ásperas y los pies callosos. Al menos ya no sienten frío ni calor por tantos años recogiendo el fruto que luego venderá el patrón.  

Cada noche les canto a mis hermanos para que se duerman y se olviden de pedir más pan. En el campo lloro al verlos cargando su costalito de café. Pero cuando estamos juntos les muestro una sonrisa, pero se esfuma como la cebada con el viento apenas cierran los ojos. 

Por instantes siento calma, cuando cocinamos para los trabajadores. Vienen desesperados por un plato de comida. Esperan todo el día ese descanso para respirar y tomar fuerzas, tan solo unos minutos. Miro las hojas que caen sobre el río. Una mujer le da la comida a su marido y él le da una caricia. En un instante me doy cuenta que mis dedos tocan mi mejilla y dejo de mirar. Esta noche llegarán los hijos de Don Gabriel, los irán a recoger en la estación. Me tocará madrugar para hacer el desayuno.

Ya mismo sale el sol, voy rápido a la cocina, la señora Charo está en reposo, tendré que hacer el desayuno yo sola, de madrugada hubo un lío en la cocina cuando quiso calentar la leche. Al patrón y sus hijos les gusta el café recién tostado. Voy al galpón donde hay cientos de sacos apilados, me pregunto si algún día beberán todo ese café. Cargo un poco de leña y un saquito con semillas para tostar. Soy experta encendiendo el fogón, dejo el tiesto calentando y voy al corral. Algo suena afuera mientras recojo los huevos, una sombra se cruza y se me caen algunos. Estallan en el suelo y una masa de polvo y yema me embarra los pies. «No deberías ser tan descuidada». Es la voz de uno de los hijos del patrón. Me quedo helada, Doña Charo está en reposo por los azotes que le dieron por regar la leche. Antes de poder decir algo siquiera, me pone la mano en los labios y con la otra me quita los huevos. «Ten cuidado, dame eso. Te ayudo», me dice susurrando. Su mano está perfumada, huele a jabón y manzanilla. Mis piernas tiemblan y le sigo a la cocina. 

Allí, abre una de las puertas y me invita a pasar. Es raro oír una voz dulce, contengo una sonrisa y entro. Solo distingo el fogón al fondo. Me apresuro a tostar los granos de café, pronto se levantará el patrón y le gusta desayunar temprano. «¿Cuántos años tienes?», escucho a mis espaldas, esta vez no habla con susurros. «Trece», digo en voz muy baja. «¿Cómo?», me insiste. «Trece». «Mmm. Ya estás grandecita como para saber que está muy mal desperdiciar la comida, en especial cuando no es tuya». Guardo silencio, removiendo los granos que empiezan a oscurecer. «¿Qué vamos a hacer? A la Charo le castigaron por lo mismo. ¿Por qué no haría igual contigo?». Mis lágrimas caen sobre el tiesto caliente, se convierten de inmediato en vapor. «No me pegue por favor. ¿Quién cuidaría de mis hermanos?», digo con una voz apenas más alta que cuando le respondí mi edad. Lo único que suena es el café que se achicharra, suelta un olor que me recuerda la tranquilidad, ese momento en que los granos saltan y los recojo para llevarlos al molino, la ruidosa máquina que los tritura mientras me siento a ver a la distancia a mis hermanos trabajando. Las botas del hijo del patrón suenan sobre el suelo de la cocina. Siento sus manos sobre mis hombros. Quisiera acercar mi nariz y oler el jabón y la manzanilla más de cerca, pero siento que las tripas se me hunden muy profundo. «Vamos a moler eso», me tranquiliza. Respiro y le sigo. 

En el galpón hay varios molinos, enormes molinos. Para el café de Don Gabriel usamos uno pequeño muy antiguo, pero que según él le da mejor sabor. Produce un ruido terrible. No llega a la casa grande, pero sí a los cuartos de los trabajadores. Si no estuvieran todos en la cosecha, me odiarían por despertarles. Echo poco a poco el grano tostado en el molino, mirando con cierto gusto cómo se trituran. Parece que esta vez me salvé, aunque debo ser menos descuidada. El hijo del patrón observa cómo trabajo, me concentro para que no se pierda ni una pepita. No puedo dejar de recordar el olor de sus manos. «¡Esos huevos me los pagas ahora!», apenas escucho antes de caer al suelo lleno de grava, polvo y fragmentos de café. Siento la cara en llamas y sangre en mi boca. Su aliento no huele a manzanilla, casi no puedo respirar. El tiempo se detiene y mis entrañas arden más que el tiesto sobre el fogón. Hubiese preferido recibir todos esos azotes. La máquina no se detiene a pesar de que trituró todo el café. El ruido no evita que piense en mis hermanos.

«¡Pobre que digas algo, ¡no!, con tus hermanos me desquito. Levántate rápido y termina el desayuno, que papá ya mismo se levanta!», me grita. Apaga el molino, yo sigo escuchando un pitido. Le sigo con la mirada hasta la salida. Miro la montaña llena de grano maduro, busco a mis hermanos a lo lejos, el costalito en sus espaldas es invisible desde aquí. Por ahí deben estar. Me levanto como puedo, tengo sangre entre las piernas. Voy al corral, en el agua del bebedero me lavo la mugre, el asco y la cólera que siento. El patrón espera.

Antes de entrar a la cocina me sacudo el polvo, la sangre se ha secado y la tela raspa mi piel aunque está húmeda todavía. Tengo entre mis brazos un saquito con café recién molido y en los bolsillos de mi delantal 3 huevos que sobrevivieron el ataque. Retiro el tiesto del fuego y pongo la tetera y una olla llenas de agua. Mientras hierven me dirijo al establo, a la familia de Don Gabriel le gusta la leche aún tibia de la vaca. Camino como entre nubes, ni los primeros rayos de sol me dan miedo. Le amarro las patas a la vaca, antes de sentarme en el banquito le acaricio el lomo, «Pobre Maricela», le digo. La leche cae sobre el balde, apenas lo llena hasta la mitad. Resbalo por accidente cuando me levanto, se riega toda la leche. «Pobre Charo y pobre Maricela», digo mientras coloco el banquito y el balde otra vez.

Dos ratas se acercan a la leche derramada y beben de ella. Sus caras oscuras ahora son blancas. Doy un brinco y me sale una risita aguda. Tomo el balde y huyo de vuelta a la cocina. El agua hierve y le echo con cuidado los huevos. Miro el reloj, se necesitan siete minutos para unos huevos perfectos. Mis manos tiemblan, pongo con cuidado unas cucharadas del café recién molido en la chuspa y retiro la tetera del fuego. Un vapor amargo se eleva cuando pongo el agua hirviendo. Recuerdo la leche que se regó.

Busco el veneno, las ratas deben seguir bebiendo junto a Maricela. Lo guardamos en un baúl en la bodega. Muevo varias cajas y tablas hasta que lo encuentro. Adentro hay más de una docena de ratas bebé muertas, amoratadas alrededor de un pan. Levanto la funda con una calavera pintada en un costado y uno de los cadáveres se quiebra. Crack, como las semillas del molino. Suelto la funda y un montón de bolas color negro se riegan en el baúl. Son del color exacto al café que se está colando en la cocina. Don Gabriel, sus hijos y su esposa servirán ese café en su leche tibia. La misma leche que un par de ratas gordas están bebiendo en el establo. Me pregunto en qué leche debería servir el veneno y en cuál el café. 

 ACTA DE FALLO


Universidad San Francisco de Quito

Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades

Acta del fallo del jurado del Concurso Nacional de Relato Interpretatio 2020

 

En la ciudad de Quito, el día martes 19 de mayo de 2020, se llevó a cabo la reunión del jurado para el Concurso de relato Interpretatio 2020, convocado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. La reunión contó con la presencia de su decana, Carmen María Fernandez-Salvador, y representantes del jurado que estuvo integrado por María Auxiliadora Balladares, Antonia Carcelén, Ana Hurtado, Christopher Minster, Jorge García y Ruth Rodríguez, profesores de la USFQ.  El jurado falló a favor del cuento “Café molido”, cuya autora es Vianca Kamila Cárdenas Flores,  con CI. 1750659581.

 

El jurado decidió otorgar el primer puesto, considerando que el cuento ganador:

1. Se inscribe dentro de la calificación de historia de interpretación literaria, ya que se ajusta al poema base del concurso, titulado “Rata” de la escritora María Auxiliadora Balladares.

2. Posee una singular mezcla de emotividad, manejo acertado de las escenas y del lenguaje en la elaboración breve y directa de las frases.

3. Crea una buena ambientación permitiéndole al lector participar de una clara observación de los hechos.

4.  El tema denuncia la violencia hacia la mujer y promueve el cuestionamiento sobre las desigualdades sociales, así como la necesidad del respeto a los derechos humanos.

5. Mantiene un tono ponderado que otorga un mensaje directo y permite que el personaje principal se ajuste a su papel.

6. Se lee con bastante fluidez.

7. Posee cualidades de originalidad y honradez, y promete el desarrollo de un estilo propio.

8. Posee un cierre inesperado que deja despierto al lector.

 

De acuerdo a la cláusula 6 de las bases establecidas para el presente concurso, el jurado concede el premio de una beca completa para una carrera de pregrado en Artes Liberales o un área afín.

 

Entregado, el día de hoy, viernes 29 de mayo de 2020.

 

 

Atentamente,

María A.  Balladares               Antonia Carcelén                                Jorge García

Ana Hurtado                           Christopher Minster                          Ruth Rodríguez