Poemas de Iván Oñate
Sirvieron de base para la elaboración de los relatos participantes en el Concurso de Relato Interpretatio 2018.
EL ÁNGEL AJENO
Ángel,
cuando di con tu vida
yo era un
hombre que venía de alguna mujer y
de dos
libros
que encontré
en alguna cama y sin asombro
los perdí en
alguna otra. Ahora soy una disculpa.
Confío que
eso quiera decir algo, este momento
que no
quisiera decir nada.
De cuando en
cuando y de vez en revés
suelo caer a
este cuaderno abierto
para escapar
de la duración de una lluvia,
de un dolor
o de la duración de mi vida. ¡Pero basta!
Es demasiado
mío y demasiado cursi
Lamentarse a
estas alturas de la noche y
en un puerto
del Mediterráneo
donde sin
buscar nada
encuentro
que he perdido un diente.
seguro que
lo perdí el domingo
mientras te
mordía el corazón en un sueño.
Sabes, hoy
volví a cruzarme con el hombre
que amenaza hacer un libro con su vida. Agobiado
por tanto
ejemplo, terminaré por hacer el mío
embarcado en
una borrachera que aún no encuentro.
Seguramente
tendrá la
duración de una línea en la palma de tu mano,
o la
petrificada juventud
de una
estatua
cayendo
eterna
a la noche,
a mi vejez,
a la
ascendente espuma de la niebla.
O mejor,
te contaría
la historia de un muchacho
que se soñó
James Dean
y de todo
ese juego, lo único que ocurrió
fue que lo
encontraran una mañana
crucificado
al madero horizontal
de una
carabina treinta treinta.
Debería
recordar la historia de aquel muchacho
si me tomara
en serio, un poco.
Ángel,
te mentiría
asquerosamente
si te
prometiera que mañana continúo esto. Conozco
alguien lo
suficientemente despreocupado y loco
y le he hablado
tantas veces de matarme, que temo
una de estas
noches
hundiéndose
en la ciudad
tomará el
último metro y besando un cuchillo de cocina
como a un
hijo que está a punto de morir,
me buscará
el pecho
y sin
perturbarme el sueño, de tan buena gente,
se cargará
con el infierno que a mí me pertenece.
Pero,
no hablemos
todavía de eso,
aún queda
tiempo para una buena causa, mañana
mismo
por medio de
la página del lector
voy a
ofrecerme para un fornique a beneficencia,
No estaría
mal
el Coliseo
romano, el Luna Park de Buenos Aires o
el
prostíbulo desesperado
donde
alguien me prestará su cuerpo
y con
amargos empujones
agonizaré
plenamente. Total,
será una
carta más que se pierde, un
sueño menos
en la lista, como el invierno atroz
que a
Carolina de Mónaco
le envié mi
corazón envuelto en un periódico
a cambio de
su fotografía.
¡Dios!
Cuándo
ocurrió esto que soy ahora. Cuántas
veces,
en temibles
hoteles, en negras bodegas
que cruzan
el océano
me he visto
arrancarme de la cama y
quejándome
apenas
como para no
mezclarme en el sueño de los otros
he llegado
hasta un servicio higiénico
y al igual
que cientos, miles de desgraciados
con gruesas
lágrimas de miel de abeja, he comprobado
que fui
feliz en el horóscopo de algún día,
en alguna
parte.
Ángel, Ángel,
a esta
altura del día o de la noche
ya no se
quién eres,
Solo hay un
vacío
una silueta
de luz
de alguien
que en este instante abandonó la pieza.
EUROPA
Me
voy a Europa,
¿sabes?
Voy
a recorrer sus desoladas plazas, a
perderme
entre
su gente y su pasado,
que
ya no veré
porque
habrá niebla. A hundirme
entre
sus espectáculos abandonados, tro-
pezando
con naranjas chupadas, plátanos y
boletos
consumidos
porque
la función ha terminado. Y habrá
en
el aire
un
rumor a vacío, a noche
que
se me aproxima definitivamente.
Me
voy
porque
ya es la hora, la justa hora
de
contraer
en
la mitad del mar
una
obsesión, o una tos,
que no me abandone nunca.
Biografía
apócrifa de Borges
a María Esther Vázquez
Madre
apiádate de Borges
el enamorado. Cuídalo
que no resbale. Tu niño está preso
de la peor de las cegueras,
esa que permite ver la luz
del otro lado, de todo
lado.
Luz que no pudieron sospechar
y peor
tocar las palabras.
Ayúdalo a vencer
los oscuros temores
que heredamos en la sangre y
esos otros,
más profundos y terribles,
que se esconden entre las páginas
de los libros.
Madre
consuélalo por la fatiga,
por el insensato propósito
de renunciar a ser Borges, aquel
en cuyos brazos
jamás desfalleció la mujer amada.
Anúnciale
que los materiales de un poeta
son la humillación y la angustia.
La convicción inexorable
de un destino desdichado.
Recuérdale
que conocerá la gloria. A su alrededor
se levantará un universo, un mundo
embellecido por su álgebra y por su fuego,
una ciudad
querida y detestada.
Una ciudad
donde millones de seres
tomarán el ascensor o el subterráneo
pero con la certeza
de haber perdido su destino.
Una ciudad
donde existe la única mujer. La única.
Y ella no lo ama.
LA
CASA DE LAS GHEISHAS VIEJAS
Geishas
viejas
desdentadas
Muñecas
de porcelana
trizada
Belleza
hecha añicos contra la pared
de
la vida
por
la implacable mano del tiempo
Muñecas
que
en su día
fueron
las criaturas más hermosas de la tierra
y
por cuyo arte
suspiraron
en secreto
los
príncipes y los imperios
Ahora
reían
a carcajadas
con
sus caras enharinadas
Reían
mostrando
sin ningún pudor
los
huecos de los dientes caídos
Reían
mientras
por sus mejillas
rodaba
el tizne de las pestañas
hasta
mezclarse
con
el rojo violento de los labios
Reían
mientras
sus manos
abrían
la bragueta de algún mozalbete
entregado
a
cambio de una sopa
por
el abuelo
Reían
mientras
sorbían el semen
con
la esperanza
de
rejuvenecer
como
flores de una prodigiosa
primavera
Sorbían
con
la misma fruición que el viejo
sentado
en un rincón de la cocina
chupaba
la médula
del
joven hueso de una paloma
imaginaria
Sorbían
hasta
sentir
que
el cerebro del muchacho
bajaba
alegremente
por
las cañerías del espinazo asombrado
Viejas
gheishas
que
eructaban con lascivia
el
fin de la vida.
EL ÁNGEL AJENO
Ángel,
cuando di con tu vida
yo era un
hombre que venía de alguna mujer y
de dos
libros
que encontré
en alguna cama y sin asombro
los perdí en
alguna otra. Ahora soy una disculpa.
Confío que
eso quiera decir algo, este momento
que no
quisiera decir nada.
De cuando en
cuando y de vez en revés
suelo caer a
este cuaderno abierto
para escapar
de la duración de una lluvia,
de un dolor
o de la duración de mi vida. ¡Pero basta!
Es demasiado
mío y demasiado cursi
Lamentarse a
estas alturas de la noche y
en un puerto
del Mediterráneo
donde sin
buscar nada
encuentro
que he perdido un diente.
seguro que
lo perdí el domingo
mientras te
mordía el corazón en un sueño.
Sabes, hoy
volví a cruzarme con el hombre
que amenaza hacer un libro con su vida. Agobiado
por tanto
ejemplo, terminaré por hacer el mío
embarcado en
una borrachera que aún no encuentro.
Seguramente
tendrá la
duración de una línea en la palma de tu mano,
o la
petrificada juventud
de una
estatua
cayendo
eterna
a la noche,
a mi vejez,
a la
ascendente espuma de la niebla.
O mejor,
te contaría
la historia de un muchacho
que se soñó
James Dean
y de todo
ese juego, lo único que ocurrió
fue que lo
encontraran una mañana
crucificado
al madero horizontal
de una
carabina treinta treinta.
Debería
recordar la historia de aquel muchacho
si me tomara
en serio, un poco.
Ángel,
te mentiría
asquerosamente
si te
prometiera que mañana continúo esto. Conozco
alguien lo
suficientemente despreocupado y loco
y le he hablado
tantas veces de matarme, que temo
una de estas
noches
hundiéndose
en la ciudad
tomará el
último metro y besando un cuchillo de cocina
como a un
hijo que está a punto de morir,
me buscará
el pecho
y sin
perturbarme el sueño, de tan buena gente,
se cargará
con el infierno que a mí me pertenece.
Pero,
no hablemos
todavía de eso,
aún queda
tiempo para una buena causa, mañana
mismo
por medio de
la página del lector
voy a
ofrecerme para un fornique a beneficencia,
No estaría
mal
el Coliseo
romano, el Luna Park de Buenos Aires o
el
prostíbulo desesperado
donde
alguien me prestará su cuerpo
y con
amargos empujones
agonizaré
plenamente. Total,
será una
carta más que se pierde, un
sueño menos
en la lista, como el invierno atroz
que a
Carolina de Mónaco
le envié mi
corazón envuelto en un periódico
a cambio de
su fotografía.
¡Dios!
Cuándo
ocurrió esto que soy ahora. Cuántas
veces,
en temibles
hoteles, en negras bodegas
que cruzan
el océano
me he visto
arrancarme de la cama y
quejándome
apenas
como para no
mezclarme en el sueño de los otros
he llegado
hasta un servicio higiénico
y al igual
que cientos, miles de desgraciados
con gruesas
lágrimas de miel de abeja, he comprobado
que fui
feliz en el horóscopo de algún día,
en alguna
parte.
Ángel, Ángel,
a esta
altura del día o de la noche
ya no se
quién eres,
Solo hay un
vacío
una silueta
de luz
de alguien
que en este instante abandonó la pieza.
EUROPA
Me
voy a Europa,
¿sabes?
Voy
a recorrer sus desoladas plazas, a
perderme
entre
su gente y su pasado,
que
ya no veré
porque
habrá niebla. A hundirme
entre
sus espectáculos abandonados, tro-
pezando
con naranjas chupadas, plátanos y
boletos
consumidos
porque
la función ha terminado. Y habrá
en
el aire
un
rumor a vacío, a noche
que
se me aproxima definitivamente.
Me
voy
porque
ya es la hora, la justa hora
de
contraer
en
la mitad del mar
una
obsesión, o una tos,
que no me abandone nunca.
Biografía
apócrifa de Borges
a María Esther Vázquez
Madre
apiádate de Borges
el enamorado. Cuídalo
que no resbale. Tu niño está preso
de la peor de las cegueras,
esa que permite ver la luz
del otro lado, de todo
lado.
Luz que no pudieron sospechar
y peor
tocar las palabras.
Ayúdalo a vencer
los oscuros temores
que heredamos en la sangre y
esos otros,
más profundos y terribles,
que se esconden entre las páginas
de los libros.
Madre
consuélalo por la fatiga,
por el insensato propósito
de renunciar a ser Borges, aquel
en cuyos brazos
jamás desfalleció la mujer amada.
Anúnciale
que los materiales de un poeta
son la humillación y la angustia.
La convicción inexorable
de un destino desdichado.
Recuérdale
que conocerá la gloria. A su alrededor
se levantará un universo, un mundo
embellecido por su álgebra y por su fuego,
una ciudad
querida y detestada.
Una ciudad
donde millones de seres
tomarán el ascensor o el subterráneo
pero con la certeza
de haber perdido su destino.
Una ciudad
donde existe la única mujer. La única.
Y ella no lo ama.
LA
CASA DE LAS GHEISHAS VIEJAS
Geishas
viejas
desdentadas
Muñecas
de porcelana
trizada
Belleza
hecha añicos contra la pared
de
la vida
por
la implacable mano del tiempo
Muñecas
que
en su día
fueron
las criaturas más hermosas de la tierra
y
por cuyo arte
suspiraron
en secreto
los
príncipes y los imperios
Ahora
reían
a carcajadas
con
sus caras enharinadas
Reían
mostrando
sin ningún pudor
los
huecos de los dientes caídos
Reían
mientras
por sus mejillas
rodaba
el tizne de las pestañas
hasta
mezclarse
con
el rojo violento de los labios
Reían
mientras
sus manos
abrían
la bragueta de algún mozalbete
entregado
a
cambio de una sopa
por
el abuelo
Reían
mientras
sorbían el semen
con
la esperanza
de
rejuvenecer
como
flores de una prodigiosa
primavera
Sorbían
con
la misma fruición que el viejo
sentado
en un rincón de la cocina
chupaba
la médula
del
joven hueso de una paloma
imaginaria
Sorbían
hasta
sentir
que
el cerebro del muchacho
bajaba
alegremente
por
las cañerías del espinazo asombrado
Viejas
gheishas
que
eructaban con lascivia
el
fin de la vida.