Paz y Miño, María Eugenia.  (Quito, 1959): Escritora, ensayista, antropóloga.



4 cuentos de MARÍA EUGENIA PAZ Y MIÑO

 

¿Cómo prefieres morir?

 

            El semisilencio nocturno sería el ambiente ideal para hacerlo. Lo había planificado con conciencia de causa y avizorando lo que podría llegar. Se asomó por la ventana para verificar que la negrura se hubiera diseminado por completo. Caminó por la casa en puntillas y entró a cada una de las habitaciones para cerciorarse del sueño profundo de todos. Nadie se movía. Bajó despacio por la escalera de cemento y entró al cuarto. Allí estaba él, agazapado. Lo miró con una mezcla de lástima y tristeza.

            –Ha llegado la hora –dijo mientras lo desataba un poco.

            La puerta crujió levemente.

            –Vamos, vamos.

            Abrió la cajuela del vehículo, acomodó la almohada para hacerle un espacio.

            El otro dudó por un segundo pero no tenía alternativa. Subió.

            El vehículo fue dejando atrás las luces del barrio; se adentró por el campo. El hombre no decía nada. De vez en cuando miraba por el retrovisor. Luego de una media hora de viaje se detuvo. Cerca había una quebrada y el sonido del río abajo no era muy fuerte. Desde hace días no llovía. El olor era penetrante. Era un río contaminado.

            –Tengo la sangre helada –se escuchó muy bajito y acto seguido encendió un fósforo y un cigarrillo.

            El humo se volvió transparente entre la oscuridad de lo semisilvestre, de lo casi urbano. La ciudad no quedaba tan lejos de todos modos. Algunas luces eran visibles entre los matorrales. Al otro lado de la quebrada la culebra luminosa de la carretera se perdía hacia el norte.

            Luego de bajar introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta y palpó el arma. Dio la vuelta y abrió la portezuela.

            –Hasta aquí llegamos. ¡Baja! –ordenó.

            Caminaron unos cuantos minutos. Andaba buscando el lugar preciso para ejecutarlo; estaba pensando en ello pero paralizó sus ideas para recordarlas en el futuro y cortó el paso en forma abrupta.

            –Mejor acabo contigo de una vez por todas.

            Lo ató a un tronco quemado y ajustó bien el nudo.

            –Adiós –dijo–, tendrás que perdonarme; no tengo otra alternativa. Espero no fallar.

            El tiro sonó. Había fallado.

            –Supongo que estoy nervioso –comentó.

            El otro emitió un gemido espeso.

            –Esta vez no fallaré.

            Le apuntó directo al cráneo. De nuevo se escuchó el tun seco y un quejido. Le había dado. Tras del doble estremecimiento, el otro expiró.

            La sangre brotaba pero él no quiso verla. Salió corriendo. Ni siquiera recordó que había planeado desatarlo y luego arrojarlo al fondo de la quebrada como otro desperdicio más. Jadeaba... Subió al vehículo, lo encendió y aplastó el acelerador. El coche crujió. Mientras retornaba miró por el retrovisor varias ocasiones. Por momentos dudó de haberle alcanzado con precisión. Quizás estaba solamente herido. Quería dejar de pensar en lo mismo y habló en voz alta como contándole a alguien a su lado:

–Lástima que te agarró esa enfermedad incurable. Eras un buen perro. Ojalá existiera otra vida, seguro que te reencarnarías en humano. Quizás entonces podremos ser buenos amigos.


 

Testimonio de un faquir urbano

 

Aprender de lo que está en el fondo de uno mismo y que sale a veces a la superficie para revelarse como aquello que debe ser superado.

            (Epitafio en el cementerio de Tulcán)

 

            La enfermedad apareció el domingo por la mañana pero no le di importancia. Al otro día estuve en cama con dolores corporales, fiebre y escalofrío; la cabeza era un peso de cuantiosas toneladas. Descarté la gripe, pues no tenía catarro, solamente una tos horrible. Según propias elucubraciones, me había contagiado del virus que borré del computador, el cual se iba apoderando de mi organismo y debía estar en una fiesta, haciendo el brindis a mis limitadas defensas, y como se trataba de un virus agresivo, de esos que borran todos los archivos, temí que quedara afectada mi memoria.

            Los días se sucedieron y seguí empeorando. No tomé ningún medicamento. Les tengo fobia. Y como en otras ocasiones me había dado resultado el ayuno, dejé de comer y bebía solo agua de hierbas medicinales. Para darme ánimo releí El artista del hambre de Kafka y El antropófago de Pablo Palacio. Sin embargo, mi cuerpo estaba empecinado en mantenerse en estado desastroso.

            El jueves me hallé en una mejoría corporal relativa, pero la tos era peor y además entré en una depresión jamás antes conocida en los anales de mi historia personal. La enfermedad quería adueñarse de mente, sentimientos y alma. Todo iba perdiendo sentido. Por la tarde no aguanté más y me levanté. Preparé una sopa de verduras y un té de boldo que me dieron un poco de ánimo, y salí a renovar unos trámites pendientes. Estaba muy débil. Por la oficina ni me asomé.

            El viernes hice un viaje corto a Riobamba para visitar a unos clientes. Querían una colección de libros y me hice líos con todo lo que era el vender y promocionar mi mercadería, ¡qué asco! Me hallé preso del terror de las ventas. El negocio, el comercio, el negocio, el comercio y las necesidades e intríngulis monetarias. En fin, no di pie con bola y arruiné una venta que me habría servido para, por lo menos, pedir una cita con los bioenergéticos, los cuánticos o los acupunturistas. Lo raro me había penetrado. Tuve un dolor en la pierna derecha.

            Esta mañana no pude mantenerme en pie y pasé recostado con la pierna que se hinchaba más y más por una infección. Me puse barro y tomé agua de ortiga. Traté de dominar la enfermedad dejándome de estupideces, sin preocuparme de mi complejo organismo y rechazando la idea del virus, que me aterraba. Pensé que iba a morir y me arrepentí de no haberme dedicado al activismo anárquico, de no haber salido a colocar bombas en los bancos y en los centros comerciales que parecen ser los símbolos del desarrollo absoluto del ser humano. Algo debía hacer para cambiar la podredumbre de mi cuerpo que se había contagiado, según yo, de la podredumbre universal que llegó a mi casa a través de la Internet, adjunto al archivo equivocado. Busqué consuelo en la idea de que, de acuerdo a las leyes del karma, podría estar purgando algo de lo maligno en carne propia... siempre es positivo pagar lo que más se pueda las deudas kármicas. Hasta iba a colocarme una vela y auto rezarme: llegaba al fin la santidad.

            Desesperado llamé a mi hermana para pedirle ayuda. Ella trajo a un doctor amigo suyo; me pareció escuchar que su nombre era Esculapio ¡vaya nombre ideal para doctor!, o más seguro yo estaba volando en fiebre y no entendía. ¿Por qué me tocaba a mí, precisamente a mí? Yo que odio a los doctores y a los medicamentos, me vi inmerso en antibióticos, antiinflamatorios, antidepresivos, antitetánicos, antialérgicos, antiespasmódicos y toda una fila larga de antis de las más variadas formas, colores y tamaños, y tuve que aceptar una dosis inyectada de la poderosa y siempre fiel penicilina; ¡nuevamente el asco!

            Como seguía igual, el doctor dijo que era imprescindible abrir el absceso. Se colocó los guantes quirúrgicos, me introdujo unas cuantas agujas y se puso a aplastar mi piel para que el pus saliera por completo, mientras yo emitía gritos de dolor, aunque intentando controlarlos para que no se llegara a la exageración. Después ya no me importó y me quejé más abiertamente. De pronto, mi hermana y el doctor pegaron un alarido horroroso: es que no salió ningún pus, sino unas letras muertas en Times New Roman, en Arial, en Helvética... ¡era el virus, el maldito infame virus que quería borrar mi memoria!


 

La bienvenida

 

            Desde la entrada se aprecia lo opaco del edificio, con paredes descascarándose, grandes ventanales y vidrios rotos. En otro tiempo fue un hospital. Lo abandonaron quién sabe por qué. Cuando me ofrecieron el trabajo de conserje, ocupé los cuartos destinados antes a la lavandería. El resto estaba en escombros, especialmente la antigua morgue, la primera en sufrir un desmantelamiento que con el tiempo se fue prolongando al resto de dependencias. Los fantasmas se habían apoderado de los recovecos. Al menos eso opinaba una vecina con la cual entablé ciertos amoríos.

            Durante las horas de oscuridad y sin sistema eléctrico en uso, parece un laberinto tenebroso, pero a la luz se muestra un largo corredor, el piso de tierra, y uno tras otro obstáculo de madera roída o de metales oxidados, entre las decenas de habitaciones sin puertas, sin ventilación. Todo luce desolado y polvoriento.

            Por medio de mi amiga supe que en el barrio me habían puesto el apodo de loco, inventando que hablaba con los fantasmas. Ese mismo día se regó la noticia de que me habían encontrado muerto, asesinado por líos con ella. Según decían, siete tiros atravesaron mi cuerpo.

            Si bien es cierto que tenía problemas algo densos a causa del celoso marido y que debí huir cuando este me apuntó con su arma, no es verdad que disparó, pues no tengo ningún agujero memorable. Sólo recuerdo que al escapar, unos palazos secos caían sobre mi cabeza. El dolor me persiguió hasta cuando conseguí escabullirme por entre los pasadizos del enorme y oscuro corredor para refugiarme en la morgue. Creyendo estar fuera de peligro, decidí regresar a casa. Sería medianoche. La luna brillaba. Y supongo que anda rondándome la muerte, pues los lamentos de los fantasmas me han dado la bienvenida.


 

Dilema

 

            La pareja de ancianos permanece con las manos entrelazadas. Están reclinados sobre sillones vetustos y miran a uno y otro lado del horizonte. Hablan y hacen aparecer los pensamientos decorándolos con nostalgias.

            –¿Has sido feliz? –empieza ella.

            Y él, como siempre, responde con otra pregunta:

            –¿Has conocido el amor?

            Unas caricias arrugadas extienden su olor a incienso añejo.

            –¿Es hora de morir?

            –¿Acaso lo has notado?

            –¿Será como un sueño placentero?

            –¿Cómo dejarte?

            Cerraron los ojos y cada uno pidió morir antes que el otro.

            Cuentan que el hado de la muerte los escuchó sin saber a quién cumplir el pedido, y que intentando resolver el dilema, se sentó a reflexionar al respecto. Dicen que desde entonces sigue allí, por siglos de siglos, y que por eso la muerte no existe.

 

 


Colegio San Gabriel

 

 GANADOR DEL CONCURSO NACIONAL DE RELATO INTERPRETATIO 2021


Santiago Francisco Ponce Rhon.

C.I. 1754514162

Cuento ganador: Zaratustra del siglo XXI (semiparodia)

Colegio San Gabriel. Quito









Zaratustra del siglo XXI (semiparodia)

Autor: Santiago Ponce

La muerte llamaba a su puerta todos los días. El motivo de su exilio voluntario era, además de lo anterior, finalmente entender quién era él, y entender a toda esa alteridad apenas aprehensible en la que estaba embebido a diario. El níveo cielo de la mañana, salpicado de nubes, iluminaba pálidamente cada rincón al que sus ojos alcanzaban a ver. Al fin, abandonó la última acera que conectaba la ciudad con su exilio.

Subió por el río de asfalto que atravesaba el bosque. Miles de litros de cemento y alquitrán, en los que ahora resonaban sus zapatos. rítmicamente. El bosque consistía en eucaliptos, en su gran mayoría, y unos pocos pinos distribuidos en clara desproporción. Era el árbol más común de Quito, de lo que recordaba. Erosionaba el suelo, crecía rápido, y se reproducía de manera vertiginosa, hasta conquistar hectáreas enteras de bosque.

Se sentía abrumado. El aire a su alrededor olía a plástico quemado, sudor, y a muerto. Un aroma fétido, que emanaba de él, pero que se exacerbaba cuando estaba en la ciudad. Por eso se había determinado a partir, era la única manera en que conseguiría que ese olor se disipase, al menos parcialmente. Su propio hedor, tal vez, llegaría a desaparecer. Ingresó por la primera bifurcación del camino, ya propiamente a la naturaleza, por un estrecho sendero rodeado de plantas y matorrales.  Otras plantas más pequeñas, apenas mantenían su turgencia, maltratadas por la dureza y aridez del suelo. Un romerillo, con el tallo seco, yacía de lado apoyado en el tronco de un eucalipto, derrotado. Algo tan simple, pero que él sentía trágico. Apresuró el paso hasta encontrarse un poco lejos de la zona. Una simple planta lo había provocado de una forma tan intensa. «¿Acaso me estoy volviendo loco?», pensó.

«No estoy loco, solo estoy enfermo de esperanza. ¿Por qué la libertad duele tanto? Existimos en inercia, y nos alimentamos tanto de sus manjares que el movimiento consciente es ahora resquemor. ¡Manjar pútrido e ilusorio, veneno de la existencia!». Si hubiera abierto la boca habría gritado. De tanto pensar había perdido el rumbo original que pensó seguir. No importaba a dónde fuera, mientras estuviera en el bosque.

Eventualmente llegó un pequeño estanque. El agua parecía descompuesta, podrida, de un tono verdoso oscuro, pero lo suficientemente calma para que su silueta se reflejara en ella. No se reconoció. No tenía rostro. Era una masa cubierta de ropas, que tapaban su verdadera naturaleza. Era fútil cuánto tiempo mirase, la silueta no poseía rasgo humano más allá de lo que la complementaba, de su ropa, de sus lentes, él mismo era accesorio de sus accesorios. Percibió un bulto en su bolsillo, era su celular. No recordaba haberlo traído. «Ya es parte de mi cuerpo». Apenas se sonrió, y continuó su camino.

Los pies le dolían, sentía que cargaba con el peso de miles de cadáveres en su espalda «De cierta manera, así es». Al fin, decidió sentarse en un tronco, pocos pasos delante de él, que parecía lo suficientemente grande para soportar su masiva carga. Se manchó las manos de una mezcla de aserrín y rocío, de la corteza de su silla improvisada. Probablemente donde se hallaba sentado, habría sido un árbol que se desvió por su propio peso, y que decidieron derribar. Sus manos eran lo más limpio de su existencia en aquel momento. Se quedó sentado allí, por varios minutos, solamente acompañado por el zumbido del viento y el paisaje de un parduzco verdoso, por la inmensa espesura de donde se hallaba. Se incursionó nuevamente en sus pensamientos, temiendo qué podría hallar. «Soy solo un receptáculo vacío. Poseo forma, pero no fondo. Y pronto, caeré también, como este árbol. No soportaría erigirme de esa forma…a ese costo».

 Un sonido lo desconectó de su mente repentinamente. El celular vibraba en su muslo derecho. En la pantalla brillante se veía una notificación. Comida rápida, cupones. ¿Cómo llegaba la señal hasta allí? Era lo último que necesitaba en esos momentos. Sentía aversión por las partes que lo componían, por sí mismo. Pensó en cuántas personas debían estar implicadas en ese pequeño recuadro colorido. En escoger la paleta de colores, en utilizar las palabras correctas, en recurrir al primitivismo que cohesiona toda la experiencia humana, para imbuirles de un deseo, que, hace segundos no estaba presente. Provocarlos, incitarlos a comprar. A tener. A sentir…

Su mano le ardía, como si estuviera presionando brasas de carbón al rojo vivo. «¿Será que la pequeña batería de litio, construida a base de minería infantil, al fin se ha rendido a la obsolescencia programada?». Arrojó el celular lejos, y el dolor se disipó inmediatamente. Era tan culpable como los demás. Debía cargar con esa culpa, y lo hacía. Estaba sudando y con el cabello desordenado, parecía un maníaco. Exhalaba de forma pesada, y lo que antes había catalogado como un aire fétido ahora era lo más repugnante que hubiera olido en su vida. Se sacó camiseta y chompa, con el torso al descubierto. Los zapatos también. Los arrojó todos lo más lejos que pudo, y se alejó de allí. La montaña de prendas irradiaba eso que tanto le perturbaba. Tenían un peso que no podía sobrellevar.

El sol se mantenía oculto entre las nubes, que parecían perennes, estáticas. No había más capas que lo protegieran del frio al que se enfrentaba. Sus manos estaban parcialmente entumecidas, y, sin embargo, se sentía en el epítome de su libertad. Caminó por breves instantes, hasta desembocar en un pequeño claro.

Se encontraba en una parte alta del bosque, donde los árboles se abrían como revelándole el mundo al que pertenecía. Delante de él, una enorme depresión lo separaba por decenas de metros de las copas de gran espesura, que se extendían como un mar verde opaco, convulso por el viento. La ciudad era visible casi por completo, de extremo a extremo. El horizonte en toda su extensión estaba escarchado por esas estructuras verticales, donde se confinaban millones de seres humanos, en su pequeña burbuja de alteridad, indiferentes.

Sentía que su cerebro se desenvolvía, como un vacío insustancial del blanco más intenso, detrás de sus ojos. Se acercó aún más hacia el abismo. Las puntas de sus pies se hallaban suspendidas en el aire, pero no temía perder el equilibrio. Quiso hablar, hablar con eso que rechazaba, pero que sabía suyo. La ciudad pedía muerte, y en cierto resquicio de sí mismo también la añoraba. Habló, como si esta fuera a escucharlo.

- ¿Para qué saltaría? Ya he muerto lo suficiente. Esta inequívoca tragicomedia en la que somos arrojados nos fuerza a ello. Nos fuerza, como mínimo, a morir dos veces. Y, créeme, no es agradable morir, por eso comprendo tu condición. Ese funesto revés con el tiempo se torna agridulce. El costo nunca es lo suficientemente alto, incluso más alto que la propia vida. Y, es que, la sociedad no nos deja morir. Externalizamos lo efímero hacia el consumismo, y llenamos de figuras vacuas nuestra capacidad de ser, nuestra existencia. Compramos cultura, sentimientos, experiencias, y propósito en nihilismo empaquetado; en los productos encontramos nuestra esencia, tanto así que estos se transforman en la verdadera esencia social, desde la que construimos nuestra esencia. Es, esencia, en tanto que no lo es.

No esperó ninguna respuesta. Lo que debía oír ya lo había oído de otra parte. Él era solo una herramienta más de esa narrativa conjunta. No podía, ni era posible, deslindarse de ella, imponente y frívola. Por eso se sentía tan responsable. Responsable de explicarles, de hacerles ver.

-Somos arrojados al vacío, y en vez de abrazarlo, nos asimos a falsas esperanzas. A elocuentes palabras que den significado. Suprimimos nuestra única decisión, la de ser, para decidir sobre “qué ser”, o “cómo ser”. Tal vez debería saltar, y dar fin a este ciclo interminable, a esta ficción pseudoreal, a este espectaculismo. Pero, hoy, no será. Hoy no. ¿Miraremos a la muerte a los ojos?... ¿O dejaremos que la entropía acabe con este sueño consciente?

Las últimas palabras las dijo mientras descendía en dirección opuesta por la que había venido. El sol de mediodía se reflejaba en la pantalla de esa pequeña supercomputadora, arrojada encima de su ropa. Su silueta desapareció en medio de los árboles, dirigiéndose hacia allí. Debía hallar forma alguna de decirles, a todos. ¡Oh, límpido discurso profesaría! No recordaba su boca haber versado palabras tan veraces y conscientes Como la abeja hastiada ya de miel, necesitaba manos dispuestas a recibir su sabiduría. Les haría ver… Tal vez, si tenía suerte, habría señal un poco más arriba.







 BASES 

 Bases para el Concurso Intercolegial de Relato Interpretatio 2021 organizado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito



El Concurso de Relato Interpretatio 2021 es organizado por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la USFQ, tiene el objetivo de estimular la lectura de importantes autores ecuatorianos e incentivar la escritura de relatos a partir de la interpretación de pequeños cuentos. Se valorará el orden en la escritura, la originalidad en la vinculación con la historia escogida, la forma de la narración, la elaboración verbal tanto como la expresividad y la fuerza comunicativa de los textos. El trabajo a entregar será inédito y, dentro de los lineamientos arriba señalados, el argumento será libre.

Bases del Concurso

El Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades y la USFQ convocan a este Concurso de Relato Intercolegial.

1.

Podrán participar personas registradas en un plantel educativo de nivel secundario en tercer año de bachillerato o un año anterior a la fecha de aplicación como máximo. Los participantes pueden ser de cualquier nacionalidad, residentes en Ecuador. Se sugiere a los alumnos de los sextos cursos de colegio tomar el examen de admisión a la Universidad hasta el día 27 de marzo de 2021.

2.

Los participantes deberán enviar obras inéditas y escritas en castellano. La extensión máxima es cinco páginas, formato A4, escrita con letra Times New Roman o Times, tamaño 12 y a doble espacio. Con relación a la temática, el jurado solo considerará premiables las obras que, de acuerdo con criterios de sentido común, se deriven directamente de uno de los textos señalados en el blog del Concurso, que consiste en escribir un relato a partir de uno de esos textos.  Para esta ocasión han sido escogidos cuentos de la escritora María Eugenia Paz y Miño. La obra podrá presentarse desde el momento de la publicación de esta convocatoria hasta el 1 de abril de 2021. No concursarán obras remitidas con posterioridad a esta fecha.

3.

Cada concursante podrá participar con una sola obra, que irá firmada con pseudónimo. Se enviarán dos archivos: el uno con el cuento y el otro con los datos de contacto: nombre completo, cédula de identidad, dirección domiciliaria, teléfono, dirección de correo electrónico.

4.

Todos los trabajos deberán ser enviados vía mail a:

Ruth Rodríguez Serrano

rrodriguez@usfq.edu.ec

5.

 El jurado estará formado por 5 especialistas en la materia, cuya identidad permanecerá secreta hasta la publicación del fallo.

6.

El jurado concederá un primer premio de una beca completa de estudios RELATO INTERPRETATIO con cobertura del 100% sobre aranceles para una carrera de pregrado en el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades. La beca no cubre la matrícula anual. Los autores conservarán para sí los derechos de publicación.  El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer por medio de la página web de la USFQ el día 14 de mayo de 2021. Los participantes premiados serán notificados directamente por email.

7.

Quienes se hagan acreedores/as de becas deberán sujetarse a los procedimientos regulares de la USFQ en cuanto a ingreso y permanencia en la institución y deberán sujetarse al reglamento interno normal emitido por Admisiones, Registro y Oficina de Becas.

8.

El hecho de presentarse al Concurso implica la conformidad expresa de los autores con estas bases.


9.

Los Organizadores no se harán cargo de ningún gasto extra y/o adicional, a los expresamente contemplados en las presentes bases, y quedan liberados de toda responsabilidad contractual o extracontractual que pudiera serle imputada con motivo o en ocasión de la utilización del premio por el ganador.

10.

Los premios no incluyen ningún otro bien distinto al indicado en la cláusula 6 de las presentes bases. Cada premio es personal del ganador y no podrá exigirse el canje del mismo por ninguna prestación. Los premios deberán hacerse efectivos indefectiblemente en la fecha que establezcan los Organizadores, caso contrario, el ganador perderá todo derecho sobre el mismo.

11.

Los gastos en que incurran cuando asistan a reclamar o a hacer efectivo el premio, estarán a cargo de los ganadores.

12.

 No podrá participar en el Concurso parientes de empleados de la USFQ hasta cuarto grado de consanguinidad.   

13.

Los Organizadores se reservan el derecho de modificar las presentes bases, en forma total o parcial, según su exclusivo criterio, o de cancelar o ampliar este Concurso en forma total o parcial, o de extenderlo en el tiempo, incluso una vez comenzado el mismo, así como también se reserva el derecho de interpretar las bases y condiciones ante cualquier situación dudosa. Sus decisiones en tal sentido serán definitivas e inapelables.

14.

Si cualquiera de los ganadores no respondiera a la notificación de que ha obtenido un premio, en un plazo de quince días contados a partir del día en el que se le envíe dicha notificación, el mismo será nombrado vacante. El jurado estará facultado para designar, si lo considera, un ganador sustituto.

15.

Con la participación en el presente Concurso, cada participante expresamente autoriza a los Organizadores a difundir sus nombres para el caso de que obtenga un premio en el Concurso, por los medios de comunicación que consideren oportunos. Asimismo, cada participante autoriza expresamente a los Organizadores para que publiquen en el sitio Web www.usfq.edu.ec / http://interpretatio-usfq.blogspot.com/  y en sus boletines que circulan por email, todo trabajo que haya presentado y que obtenga un premio en el Concurso.

16.

 El concurso podrá declararse desierto, si no se encuentran obras que ameriten el otorgamiento de la Beca Interpretatio.




 

 

 

 


 Bases del concurso




  1. El Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades y la USFQ convocan al Concurso Nacional Intercolegial de Relato “Interpretatio 2020”.
  2. Podrán participar personas registradas en un plantel educativo de nivel secundario en 3er año de bachillerato o un año anterior a la fecha de aplicación como máximo. Los participantes pueden ser de cualquier nacionalidad, residentes en Ecuador.
  3. Los participantes deberán enviar cuentos inéditos y escritos en castellano. La extensión máxima es cinco páginas, formato A4, letra Times New Roman o Times, tamaño 12 y a doble espacio. Con relación a la temática, el jurado solo considerará premiables las obras que, de acuerdo con criterios de sentido común, se deriven directamente de uno de los poemas señalados en el blog del Concurso. Para esta ocasión han sido escogidos como base los poemas de la escritora María Auxiliadora Balladares. La obra podrá presentarse desde el momento de la publicación de esta convocatoria hasta el día 29 de abril de 2020. No concursarán obras remitidas con posterioridad a esta fecha.
  4. Cada concursante podrá participar con un solo cuento. Se enviarán dos archivos: el uno con el cuento y el otro con los datos de contacto: nombre completo, cédula de identidad, dirección domiciliaria, teléfono, dirección de correo electrónico.


    Todos los relatos deben ser enviados vía mail
    Ruth Rodríguez Serrano
    mail: rrodriguez@usfq.edu.ec
     

  5. El jurado estará formado por 5 especialistas en la materia cuya identidad permanecerá secreta hasta la publicación del resultado.
  6. El jurado concederá un primer premio de una beca completa de estudios Relato Interpretatio con cobertura del 100% sobre aranceles para una carrera de pregrado en el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades. La beca no cubre la matrícula anual. Los autores conservarán para sí los derechos de publicación. El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer por medio de la página web de la USFQ el día 25 de mayo de 2020. Los participantes premiados serán notificados directamente por email.
  7. Quie se hagan acreedor/a de la beca deberá sujetarse a los procedimientos regulares de la USFQ en cuanto a ingreso y permanencia en la institución y deberán sujetarse al reglamento interno normal emitido por Admisiones, Registro y Oficina de Becas.
  8. El hecho de presentarse al Concurso implica la conformidad expresa de los autores con estas bases.
  9. Los organizadores no se harán cargo de ningún gasto extra y/o adicional a los expresamente contemplados en las presentes bases, y quedan liberados de toda responsabilidad contractual o extracontractual que pudiera serle imputada con motivo o en ocasión de la utilización del premio por el ganador.
  10. El premio no incluye ningún otro bien distinto al indicado en la cláusula 6 de las presentes bases. El premio es personal y no podrá exigirse el canje del mismo por ninguna prestación. El premio deberá hacerse efectivo en la fecha que establezcan los organizadores, caso contrario, el ganador perderá todo derecho sobre el mismo.
  11. Los gastos en que se incurran al hacer efectivo el premio estarán a cargo del ganador/a.
  12. No podrá participar en el concurso parientes de empleados de la USFQ hasta cuarto grado de consanguinidad.
  13. Los organizadores se reservan el derecho de modificar las presentes bases, en forma total o parcial, según su exclusivo criterio, o de cancelar o ampliar este concurso en forma total o parcial, o de extenderlo en el tiempo, incluso una vez comenzado el mismo, así como también se reserva el derecho de interpretar las bases y condiciones ante cualquier situación dudosa. Sus decisiones en tal sentido serán definitivas e inapelables.
  14. Si cualquiera de los ganadores no respondiera a la notificación de que ha obtenido un premio, en un plazo de quince días contados a partir del día en el que se le envíe dicha notificación, el mismo será nombrado vacante. El jurado estará facultado para designar, si lo considera, un ganador sustituto.
  15. Con la participación en el presente concurso, cada participante expresamente autoriza a los organizadores a difundir sus nombres para el caso de que obtenga el premio, por los medios de comunicación que consideren oportunos. De igual manera, cada participante autoriza expresamente a los organizadores para que publiquen en el sitio web www.usfq.edu.ec / http://interpretatio-usfq.blogspot.com/ y en sus boletines que circulan por email, todo trabajo que haya presentado y que obtenga un premio en el concurso.
  16. El concurso podrá declararse desierto, si no se encuentran obras que ameriten el otorgamiento de la Beca Interpretatio.


 


Poemas de María Auxiliadora Balladares


POEMAS DE MARÍA AUXILIADORA BALLADARES

 

 

rata

roo soy rata de dientecillos afilados
corro y me escabullo debajo de las puertas
muerdo soy rata la rabia ataca ya mi sistema nervioso
acaricio recién parida acomodo con el hocico a mis crías
me ahogo muero envenenada
rechino los dientes soy rata y mi corazón galopa
chillo al agitarse mi cuerpo mientras copulo
destrozo soy rata y el cartón me violenta
duermo se eriza mi pelaje si sueño con miedo

(de Animal)

 

 

 

el pelícano

nado nado nado
nado pelícano nado
salgo del agua con frío
corro
tomo la toalla
me siento en la arena
miro

el pelícano vuela
aéreo como es
vuela planea se baja y mira
se proyecta
se estira
apunta y se lanza
el pececito en su pico enorme de ballesta
deshaciéndose como si fuese necesario
en el guargüero antes estrecho
que se ensancha
técnica de aves agudas
el pelícano come

mañana
eso se dice
tanta sal estropeará sus ojos
esos ojos de vaca
del pelícano en flor
no servirán para nada
y querrá morirse
matarse
ahogarse en tanta agua de mar
en mar de tanta agua
sin ojos
inútil
mofa de las gaviotas
querrá desaparecer digno
absuelto
antes morirá de hambre

estoy seca
cuando me paro
él ya no piensa en peces
me restriego los ojos
me ha entrado arena
me lanzo al mar de nuevo
de nuevo me mojo
apunto me estiro me clavo
cuando siento el frío del agua
anidar en mi cabeza
abro bien los ojos
los abro bien
bien los abro
el pelícano de pelo cano
saciado
tonto
mira cómo
a pesar de todo
del frío y la sal
y el mal sabor de boca
me como su pez

(de Animal)



 

 

23 y 24 de julio, 2019


Querido Ur:

He posado mi cabeza sobre el pecho de un animal marino
y soy feliz

Quiero inventar vocablos imposibles
Quiero escribir una carta de amor poblada de sonidos nuevos
regalarle al animal que nada
un acontecimiento y palabras insomnes como mis ojos
los corales más oscuros del mar
el filamento de todos los horizontes
para que los toque con su piel de nieve caída sobre el campo

Es el vertebrado que caza con la lengua
que horada la espalda con sus dedos de canal profundo

Construiré para el animal acuático una represa morada
el mejor de los lechos
el átomo de mi angustia
que se deshace en su boca de pez pequeño
Quiero aprender su desesperación fuera del agua
para moverme al ritmo de su cuerpo
pegarme a su aleta dorsal y no abandonarla

Desharé todas las redes
para que mi animal descanse
extenderé los brazos para aferrarme a su cintura
besaré su hombro de animal con branquias
morderé la sal entre sus labios y dormiré entre sus piernas
hasta que la luz penetre las rocas y las destruya

Sabes que los animales existen aquí transfigurados
y hoy amo a mi animal oceánico
el que vive fuera de mí
su pelo suave como el desgaste del color
de las portadas de los libros
amo su vestido alegre
su caparazón de hojas entintadas
con el que se camufla entre los árboles que tiemblan

Los ojos mansos del animal litoral
empresa clara y lejana
estrella mínima sobre la playa inquieta
nuevos vestigios
arcanos nuevos
son como un cuchillo indescriptible
quiero hacer con ellos tormenta sobre el río

Todo es tan sencillo
como sonreír
Ur
mientras recibo el sol echada sobre la arena caliente

Te quiero
Sostén siempre mis manos y dales calor
en el invierno bonaerense
tan frío y tonto

Tuya

Ux

(de URUX Una correspondencia)



 

 

 

Sudor

Siempre he querido ver cómo brota el sudor de tus poros
Me interesa menos su recorrido sobre tu piel
Éste es circunstancial
Aquello es de vida o muerte
He observado con detenimiento tus radiografías
Tus tomografías
Tus resonancias
He dado con la casi imperceptible desviación de tu columna
He concluido que tus órganos son pequeños
Durante días repetí el gesto de medir el tamaño del hematoma
Observé el cambio de color
Anoté el tiempo que toma pasar del verde al morado
Del morado al negro
Del negro al color de tu piel
Mirar hacia dentro como si no fueses tú
Me parece bastante ridículo
Tengo que familiarizarme con tus venas
Con tus nervios
Con las capas subcutáneas
He visto una y otra vez en video tus pólipos
Los he contado
Los reconozco
Son mis hermanos
He imaginado la intervención en tu útero
De aquello no quedan registros
Por eso me vuelvo un poco loca
Me desespero
Y en esas circunstancias prefiero no tener nada al alcance de las manos
He mirado tantas veces tu sangre
Conservé en el carro por más de un año
El sombrero y el chal que llevabas
El día del accidente de caballo
Verlos me recordaba que no soportaría tu muerte
Imagino el estado de tu cerebro entonces
Camino del hospital
Te pedía que no te durmieras
Conversaba contigo para mantenerte despierta
Hacías preguntas que me llenaban de terror
Preguntas simples que me llenaban de terror
He revisado tus medicinas
Memorizado sus componentes
Sus efectos secundarios
Te he visto sonrojarte efecto de la alegría y de la vergüenza
He apoyado mi cabeza en tu vientre
Reconozco todos los lenguajes de tu cuerpo

Soy una vidente
Puedes preguntarme cualquier cosa
Te responderé presto
Porque soy la lama que crece en los bordes de tus piernas

(de Guayaquil)

 


CAFÉ MOLIDO



Autor: Vianca Kamila Cárdenas Flores

Sirvo la taza con agua hirviendo, de su interior salen hileras de vapor, se esparcen por el ambiente llegando a cada rincón de la cocina, su aroma amargo es oscuro como mis pensamientos. Pongo la taza en un charol de plata y la llevo al centro del patio, esta aguarda sentir los labios de Don Gabriel, quien cada tarde se sienta al borde de la pileta y saborea el café de su hacienda. Luego se retira a sus asuntos.

No conozco el inicio ni el fin de la hacienda; llena de plantas altísimas de maíz, cebada y trigo, pero en especial café. Sobre la tierra que absorbe gotas de sangre y sudor de nuestro cuerpo al terminar las horas de trabajo. Tiempo que no acaba, que no conoce el descanso y que es depreciado. Lo que hacemos desde el momento en que nacemos es labrar y trabajar en las tierras de los que son dueños de todo. 

Miro las pepas de café cuando bajan por el molino, se hacen trizas. Cada crack me recuerda el instante que debo levantarme y toco el suelo. Todos tenemos las manos ásperas y los pies callosos. Al menos ya no sienten frío ni calor por tantos años recogiendo el fruto que luego venderá el patrón.  

Cada noche les canto a mis hermanos para que se duerman y se olviden de pedir más pan. En el campo lloro al verlos cargando su costalito de café. Pero cuando estamos juntos les muestro una sonrisa, pero se esfuma como la cebada con el viento apenas cierran los ojos. 

Por instantes siento calma, cuando cocinamos para los trabajadores. Vienen desesperados por un plato de comida. Esperan todo el día ese descanso para respirar y tomar fuerzas, tan solo unos minutos. Miro las hojas que caen sobre el río. Una mujer le da la comida a su marido y él le da una caricia. En un instante me doy cuenta que mis dedos tocan mi mejilla y dejo de mirar. Esta noche llegarán los hijos de Don Gabriel, los irán a recoger en la estación. Me tocará madrugar para hacer el desayuno.

Ya mismo sale el sol, voy rápido a la cocina, la señora Charo está en reposo, tendré que hacer el desayuno yo sola, de madrugada hubo un lío en la cocina cuando quiso calentar la leche. Al patrón y sus hijos les gusta el café recién tostado. Voy al galpón donde hay cientos de sacos apilados, me pregunto si algún día beberán todo ese café. Cargo un poco de leña y un saquito con semillas para tostar. Soy experta encendiendo el fogón, dejo el tiesto calentando y voy al corral. Algo suena afuera mientras recojo los huevos, una sombra se cruza y se me caen algunos. Estallan en el suelo y una masa de polvo y yema me embarra los pies. «No deberías ser tan descuidada». Es la voz de uno de los hijos del patrón. Me quedo helada, Doña Charo está en reposo por los azotes que le dieron por regar la leche. Antes de poder decir algo siquiera, me pone la mano en los labios y con la otra me quita los huevos. «Ten cuidado, dame eso. Te ayudo», me dice susurrando. Su mano está perfumada, huele a jabón y manzanilla. Mis piernas tiemblan y le sigo a la cocina. 

Allí, abre una de las puertas y me invita a pasar. Es raro oír una voz dulce, contengo una sonrisa y entro. Solo distingo el fogón al fondo. Me apresuro a tostar los granos de café, pronto se levantará el patrón y le gusta desayunar temprano. «¿Cuántos años tienes?», escucho a mis espaldas, esta vez no habla con susurros. «Trece», digo en voz muy baja. «¿Cómo?», me insiste. «Trece». «Mmm. Ya estás grandecita como para saber que está muy mal desperdiciar la comida, en especial cuando no es tuya». Guardo silencio, removiendo los granos que empiezan a oscurecer. «¿Qué vamos a hacer? A la Charo le castigaron por lo mismo. ¿Por qué no haría igual contigo?». Mis lágrimas caen sobre el tiesto caliente, se convierten de inmediato en vapor. «No me pegue por favor. ¿Quién cuidaría de mis hermanos?», digo con una voz apenas más alta que cuando le respondí mi edad. Lo único que suena es el café que se achicharra, suelta un olor que me recuerda la tranquilidad, ese momento en que los granos saltan y los recojo para llevarlos al molino, la ruidosa máquina que los tritura mientras me siento a ver a la distancia a mis hermanos trabajando. Las botas del hijo del patrón suenan sobre el suelo de la cocina. Siento sus manos sobre mis hombros. Quisiera acercar mi nariz y oler el jabón y la manzanilla más de cerca, pero siento que las tripas se me hunden muy profundo. «Vamos a moler eso», me tranquiliza. Respiro y le sigo. 

En el galpón hay varios molinos, enormes molinos. Para el café de Don Gabriel usamos uno pequeño muy antiguo, pero que según él le da mejor sabor. Produce un ruido terrible. No llega a la casa grande, pero sí a los cuartos de los trabajadores. Si no estuvieran todos en la cosecha, me odiarían por despertarles. Echo poco a poco el grano tostado en el molino, mirando con cierto gusto cómo se trituran. Parece que esta vez me salvé, aunque debo ser menos descuidada. El hijo del patrón observa cómo trabajo, me concentro para que no se pierda ni una pepita. No puedo dejar de recordar el olor de sus manos. «¡Esos huevos me los pagas ahora!», apenas escucho antes de caer al suelo lleno de grava, polvo y fragmentos de café. Siento la cara en llamas y sangre en mi boca. Su aliento no huele a manzanilla, casi no puedo respirar. El tiempo se detiene y mis entrañas arden más que el tiesto sobre el fogón. Hubiese preferido recibir todos esos azotes. La máquina no se detiene a pesar de que trituró todo el café. El ruido no evita que piense en mis hermanos.

«¡Pobre que digas algo, ¡no!, con tus hermanos me desquito. Levántate rápido y termina el desayuno, que papá ya mismo se levanta!», me grita. Apaga el molino, yo sigo escuchando un pitido. Le sigo con la mirada hasta la salida. Miro la montaña llena de grano maduro, busco a mis hermanos a lo lejos, el costalito en sus espaldas es invisible desde aquí. Por ahí deben estar. Me levanto como puedo, tengo sangre entre las piernas. Voy al corral, en el agua del bebedero me lavo la mugre, el asco y la cólera que siento. El patrón espera.

Antes de entrar a la cocina me sacudo el polvo, la sangre se ha secado y la tela raspa mi piel aunque está húmeda todavía. Tengo entre mis brazos un saquito con café recién molido y en los bolsillos de mi delantal 3 huevos que sobrevivieron el ataque. Retiro el tiesto del fuego y pongo la tetera y una olla llenas de agua. Mientras hierven me dirijo al establo, a la familia de Don Gabriel le gusta la leche aún tibia de la vaca. Camino como entre nubes, ni los primeros rayos de sol me dan miedo. Le amarro las patas a la vaca, antes de sentarme en el banquito le acaricio el lomo, «Pobre Maricela», le digo. La leche cae sobre el balde, apenas lo llena hasta la mitad. Resbalo por accidente cuando me levanto, se riega toda la leche. «Pobre Charo y pobre Maricela», digo mientras coloco el banquito y el balde otra vez.

Dos ratas se acercan a la leche derramada y beben de ella. Sus caras oscuras ahora son blancas. Doy un brinco y me sale una risita aguda. Tomo el balde y huyo de vuelta a la cocina. El agua hierve y le echo con cuidado los huevos. Miro el reloj, se necesitan siete minutos para unos huevos perfectos. Mis manos tiemblan, pongo con cuidado unas cucharadas del café recién molido en la chuspa y retiro la tetera del fuego. Un vapor amargo se eleva cuando pongo el agua hirviendo. Recuerdo la leche que se regó.

Busco el veneno, las ratas deben seguir bebiendo junto a Maricela. Lo guardamos en un baúl en la bodega. Muevo varias cajas y tablas hasta que lo encuentro. Adentro hay más de una docena de ratas bebé muertas, amoratadas alrededor de un pan. Levanto la funda con una calavera pintada en un costado y uno de los cadáveres se quiebra. Crack, como las semillas del molino. Suelto la funda y un montón de bolas color negro se riegan en el baúl. Son del color exacto al café que se está colando en la cocina. Don Gabriel, sus hijos y su esposa servirán ese café en su leche tibia. La misma leche que un par de ratas gordas están bebiendo en el establo. Me pregunto en qué leche debería servir el veneno y en cuál el café.