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Mi abuelo y mi abuela
tenían un caminar
maduro.
Ella, pausada en el
galope;
él, acelerado y
discurrido.
Caminaban, mirando la
última huella
que había dejado el
animal de turno.
Ella seguía el paso del
hombre
como una secuencia
natural.
El río de mi abuelo
y de mi abuela
no se parece al
Guadalquivir
ni al Guayas.
Es un río de piedra que
desciende
sobre las sendas
que faltan por conocer
y adentrarse.
Mi abuela nada tiene
que ver
con la abuela de
Perencejo.
Perencejo no tiene esos
senderos
ni ese paso seguro y
lento.
El abuelo de Fulano
no conoce el camino que
mi abuelo guarda
en el bolsillo:
sendero extraviado
entre la menta y el
"king" sin filtro
que olían sus
pantalones.
Mi abuelo se parece a
los astros.
Mi abuela es un astro.
Mi abuelo se parece a
mi abuela
y los dos a las
estrellas.
Nada tienen del Guayas
ni del Guadalquivir.
Ni de los viejos Fulano
y Perencejo.
Los miramos
a través de las
radiografías de sus huellas.
Miramos sus sendas como
esfinges
que heredamos para
practicar la fe.
Nada tienen que ver con
mis zapatos torcidos.
Caminaron, los dos, el
valle hasta la muerte.
Son un río que esconde
a las aguas
debajo de las piedras.
De EL (AN)VERSO DE
LAS ESQUINAS (1996)
LA INVISIBLE
Hay alguien,
en otro lugar,
que me mira como espejo.
Que se pone a hacerme muecas
en el borde.
Que se pasea por mí
como epidemia.
Me sigue a los labios,
a las narices,
a las penas.
Hay alguien que quiere enamorarse
de mí
como si fuera actor de cine,
como si no hubieran más domingos
para el parque,
como si el juicio final
tuviera sentencia.
Hay alguien que camina por las
calles,
pero en la vereda de enfrente
hay mucho tráfico,
y la pierdo.
De DESPUÉS DE LA CAZA (1998)
CACERÍA
Decidimos tener novias. Ir a cazar, de entre
las fieras, la que más cercana se halle a nuestro barrio. La que logre
aposentarse en nuestras ansias.
Pero la libertad del viento y unos tragos nos
atrapan. Atrás quedan las muchachas vestidas de amarillo. El deseo se opaca.
Somos los feos que buscamos la flor en la
orilla del charco.
Ya no hay a quien cazar en esta noche.
Y Quevedo es un montón de mentiras: solo es
el polvo y ya no el enamorado.
De ESTO FUIMOS EN LA
FELICIDAD (2009)
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